Bicis y muertos

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

FERREIRO

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En uno de los buenos reencuentros de estos días nos hablaron de la vida en Copenhague, del frío que hace hasta dejarte lívido, de las grandes cosas que suceden en esta superciudad del bienestar y de la ausencia radical e innegociable de coches, suplantados todos por un ejército de bicicletas. Los daneses llevan años subidos a ellas para demostrarnos a los rosmones del sur que la lluvia o las cuestas son vulgares excusas para aplazar lo inevitable: que dejemos de usar los automóviles privados para todo. Los amigos del reencuentro ofrecen una prueba irrefutable de que sobre un velocípedo se puede hacer de todo: las bicis fúnebres. En estos sorprendentes vehículos para nuestra irreductible tradición motorizada, en Copenhague trasladan a los muertos de manera sostenible y silenciosa. Compruebo tras la charla que la propuesta se va imponiendo por Europa y que hace apenas unos días la noticia estaba en París, en donde la empresa Corbyciclette ofrece ya este servicio.

La conversación mortuoria transcurre mientras en Fisterra se autorizan las primeras inhumaciones de cenizas en el legendario cementerio de Portela. Escribo legendario consciente del exceso, porque sobre este hermoso camposanto proyectado en 1997 por el arquitecto pontevedrés se ha ido hormigonando un mito armado sobre su singular diseño, sus nichos vacíos y la inapelable resistencia con la que los fisterráns recibieron la propuesta, convencidos de que en unos cubos de hormigón espallados polo monte nadie debería pasar la eternidad. Existe una literatura periodística muy interesante sobre el cementerio más famoso de Galicia, y hasta un promocional que Netflix grabó hace cuatro años para vender una de sus series, Altered carbon, localizado en la obra de Portela e introducido por la leyenda: «Bienvenido al pueblo de la Costa da Morte en el que nadie se muere». El exclusivón que Santi G. Rial ofrecía el miércoles acaba con lo que durante tanto tiempo ha hecho diferente a la necrópolis que más de un fodechincho quiso alquilar pensando que eran apartamentos con vistas al cabo. Los dados de hormigón se convertirán en columbarios para depositar cenizas. De los aborígenes que ya han hecho las paces con Portela y de los forasteros que desde hace tiempo creen que no hay mejor sitio que Fisterra para pasar la vida eterna. En ese cementerio que se parece a unos dados lanzados por Dios sobre la Costa da Morte en la que nadie moría.