—Entonces, ¿os sentís más cómodos en las megápolis repletas de rascacielos que entre montañas y árboles?
A. Sí. Ambos somos muy urbanitas. Es cierto que Nacho ha mejorado mucho [dice sonriendo]. Ahora cuando vamos al campo y ve una torre eléctrica, respira tranquilo, porque sabe que siguiéndola, llega hasta la ciudad y eso le relaja. Yo he descubierto el placer de cuidar mis plantas, de dar paseos y me sienta genial. Pero, la verdad es que, prefiero la ciudad.
N. Mi problema es el silencio de la naturaleza, me agobia, me estresa. El silencio puede conmigo, por eso no puedo vivir solo. Me entra mucha ansiedad. Es uno de mis temores. Tampoco me gusta viajar en avión.
—De la arquitectura vertical hemos pasado a hablar de la psicología más personal. ¿Qué os asusta?
N. Yo tengo miedo de mí mismo. De mi cabeza que no para.
A. Yo al contrario. A mí me dan miedo las amenazas externas. El que alguien me haga daño o el que le suceda algo malo a los míos.
—Otro de los temas que componen este EP, es «No me das pena», ¿qué historia se oculta tras este título tan sugerente?
N. Surge de la idea de una mujer que ha hecho algo mal y le pide a su pareja volver y le dicen: «No me das pena», que es una afirmación muy rotunda, para poner distancia y decir hasta aquí. En el amor, segundas partes nunca fueron buenas.
A. Mi madre dice que hay que dejar cuando se sufre menos por estar que por dejar. No sé, yo con los años me he vuelto muy resolutiva, muy práctica.
—Se nota que lleváis más de treinta años trabajando juntos, porque hay mucha complicidad entre vosotros. ¿Cierto?
N. Complicidad y también hay mucho respeto. Cuidamos mucho el modo de decirnos las cosas y sabemos cuándo toca callarse, algo fundamental en toda pareja, ya sea amorosa o profesional.
A. Además, hay momentos en que sobran las palabras. Una mirada y ya sabemos por dónde va el otro, parece que nos leemos el pensamiento. También tenemos los roles muy repartidos, a veces compone él, a veces yo, hay momentos en que él propone y otras soy yo la que sugiere. Seguimos disfrutando y pasándonoslo bien.
—¿Os acordáis del momento en que os conocisteis?
A. No te lo inventes Nacho. ¡Le encanta inventárselo!
N. Fue en el Rastro, vendiendo un disco. Yo era el tendero y ella era la clienta.
A. Quería un single de los Sweet. Lo tenía, pero quería entablar conversación y pregunté cuánto costaba. Carlos Berlanga fue superamable y me dijo: «Te lo regalo». Y Nacho me dijo: «Cuesta cinco pesetas».
—¡Y fíjate si ha llovido desde entonces. Toda una carrera repleta de giras!
A. Desde luego. Aunque para algunos siempre seremos unos fracasados.
—¿Qué es para vosotros el éxito?
N. El éxito es tener 64 años y estar aquí presentando con ilusión un nuevo trabajo con el que vamos a girar ya por nuestro país y después por México.
A. El éxito es seguir disfrutando con lo que hacemos. El día que dejemos de divertirnos, ese día diremos adiós.
—¿Y el fracaso?
N. Yo no hablo de fracasos, sino de tropiezos. De proyectos que no funcionan, de retos que no salen como uno esperaba. La vida es así.
—¿Siempre positivo?
N. Sí. Mi actitud es la del optimista empedernido, luego si se tuercen las cosas, pienso: «Bueno, pues ya saldrán otras».
A. ¡Uf! Yo al contrario. Me pongo siempre en lo peor. Me bombardeo continuamente. No lo puedo evitar.
—¿Qué os gusta hacer para desconectar de tantos viajes, conciertos y canciones?
A. Hablando de canciones. Ahora mismo, estoy aprendiéndome las letras de los temas nuevos y cada vez me cuesta más retenerlas. Voy con los cascos puestos todo el día, escuchando las letras para memorizarlas. Algunas se me atragantan y no hay forma.
—Os preguntaba acerca de cómo os gusta relajaros cuando os bajáis del escenario y llegáis a casa.
A. Yo desconecto cuidando de mis plantas y mi jardín, leyendo y viendo series.
N. Yo me voy a Francia, de donde es mi novio, y sigo con mis cursos para aprender de todo.