¿Dónde está Samantha?

YES

17 jul 2021 . Actualizado a las 13:46 h.

De las cuatro mujeres de la pandilla de Sexo en Nueva York que en los noventa pensábamos que eran geniales, la más interesante era Samantha. El pastelillo repijo en que devino la serie protagonizada por Sarah Jessica Parker se convertía en un chile mexicano cuando el personaje de Kim Katrall aparecía para actuar como solo los personajes masculinos solían hacerlo. Sam chingaba, chingaba muchísimo, con muchos, con todos, por el simple placer de chingar y sin recibir en apariencia ningún reproche moral.

Repaso veintidós años después de su estreno sus mandamientos, escupidos sobre todo en las primeras temporadas de la serie, cuando Samantha Jones decía cosas así: «Soy try-sexual. Pruebo todo al menos una vez». O: «Los hombres engañan por la misma razón por la que los perros se lamen… ¡porque pueden!». O también: «Si me quedo insatisfecha una vez es culpa suya; si me quedo insatisfecha dos veces es culpa mía».

Jones tenía algo del descaro sexual de Mae West cuando zanjaba: «Tal y como somos en la cama somos en la vida. Nunca he conocido a un hombre que fuese malo en la cama y bueno en la vida». Incluso de su humor cuando advertía: «No puedes cambiar eso de él, cielo. Forma parte de su código genético, como los pedos». Y a veces era así de explícita: «No voy a dejar que la sociedad me juzgue. Me vestiré como me dé la gana y se la chuparé a quien yo quiera mientras pueda seguir arrodillándome y respirar». Incluso así de práctica: «La mala noticia es que estás despedido. La buena es que ahora podemos acostarnos».

Es cierto que el cinismo fue haciendo mella en Samantha («dile a un hombre que lo odias y tendrás el mejor sexo de tu vida; dile que lo amas y no volverás a verlo») pero hacia el final de Sexo en Nueva York el despampanante Smith, novio de la publicista, aflojó a base de amor los reparos emocionales del personaje. Por cierto, a Smith lo despacha finalmente con un implacable: «Te quiero, pero me quiero más a mí misma». Antes de que la serie agonizara, la Jones fue castigada por los guionistas con un cáncer de mama, un giro en la trama que tal vez ocultaba el deseo de condenarla por ser tan golfa.

Sexo en Nueva York dio brillo a HBO cuando la revolución de las plataformas era el sueño eléctrico de un androide. La compañía prepara estos días la vuelta de Carry Bradshaw pero en la cuadrilla faltará el alma golfa de Samantha. Dicen que por desavenencias entre las actrices, aunque parece un signo de este tiempo de mascarillas y distancias terapéuticas.