Alexa, hazme la compra

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

23 mar 2019 . Actualizado a las 19:23 h.

Me advierte una amiga sobre uno de esos micromachismos que entran en vena sin que te enteres: los asistentes digitales tienen voz de mujer. Esas complacientes y robóticas atenciones que dispensa el corazón digital de Siri, de Alexa, de Cortana vibran con los graves y agudos que distinguen el timbre de una voz femenina. Atiendo la advertencia de Soledad. Una pequeña comprobación matiza la aplastante conclusión. En realidad cada uno puede elegir si Siri es hombre o mujer, aunque por defecto Apple te propone a una señora y muy pocas personas modifican la configuración que viene de serie. Así que, efectivamente, la mayor parte de las asistentas digitales son mujeres. Las de los teléfonos pero también las de las gasolineras; la voz de las máquinas de tabaco y la de los semáforos.

Es fácil intuir por qué los programadores eligen el timbre femenino. Seguro que en sus estudios se asocian las voces masculinas con las órdenes y las femeninas con las atenciones. Con lo que una aplicación destinada a solucionar problemas tiene que entrar con la melodía de unos graves de señora. Lo que sucede es que esa configuración atiende a un prejuicio instalado y que puede llegar a condicionar el papel de la mujer. Mujeres que no pegan como jefas; mujeres que pegan como asistentas; mujeres que no ejercen la autoridad; mujeres que practican la sumisión.

La asignación de roles es tan evidente y cuestionable que hace unos meses un colectivo feminista puso en marcha una campaña que advertía sobre esta predisposición. El colectivo Voces en Igualdad empapeló el barrio madrileño de Malasaña de carteles en los que se podía leer «Alexa, hazme la compra» o «Siri, quiero cenar sushi» para visibilizar un automatismo cargado de prejuicios.

En 1974, Luis García Berlanga dirigió Tamaño natural. Michel Piccoli era un burgués triunfante con una vida de película: buen trabajo, buena esposa, buena amante. A pesar de todo, la insatisfacción perturbaba su alma. Hasta que un día compra en Japón una muñeca hinchable, dócil, sumisa y existencialmente callada. El compendio perfecto de sus aspiraciones. Berlanga, fetichista confeso, compuso un retrato inquietante de la soledad pero en esa muñeca de goma habitaban muchas de las proyecciones que la educación tradicional ha lanzado sobre las mujeres. Un retrato del que Siri también es una extensión.

Hay mucha literatura en la ciencia ficción sobre los asistentes digitales. El gran referente sigue siendo Hal 9000, el ayudante rebelde de la obra maestra de Stanley Kubrick. En su insurrección podemos encontrar la sustancia de nuestra oposición a las chicas telefónicas, tan obedientes y dispuestas, tan mansas y correctas, tan prestas y dispuestas. Hal consumaba una matanza con la tripulación de la nave espacial Discovery. Nuestra escabechina solo será metafórica.