Luis Merlo: «Me encanta que me digan que me parezco a mi padre»

Virginia Madrid

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CEDIDA

Nos conquistó interpretando al tierno de Mauri en la serie «Aquí no hay quien viva» y ahora encarna a Bruno, un pianista neurótico, en la loca comunidad de vecinos de «La que se avecina». Asegura que es un tipo muy de campo, de sus animales y de su soledad. Y, a sus cincuenta años, añade: «No echo de menos haber formado una familia».

24 sep 2016 . Actualizado a las 09:55 h.

Luis Merlo (Madrid, 1966) creció entre luces, telones y bastidores viendo actuar a sus padres (Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo) e incluso celebró la primera comunión en el mismo escenario en el que veinte años después estrenó Calígula. Desde entonces, lleva tres décadas sobre las tablas metiéndose al respetable en el bolsillo con cada una de sus interpretaciones. «A lo largo de estos años, he aprendido a no tener que pedir perdón por decir que mi carrera está dirigida al público. Me mueve la ilusión de salir cada noche a actuar por y para el público», dice. Aunque confiesa que los cincuenta no le han caído nada bien, reconoce: «La edad tiene sus ventajas. Empiezas a estar más sereno, asimilas las cosas con más calma y reflexionas más». Del dinero, del oficio de actor y de su vida lejos de los platós y los escenarios charlamos con él. Es un buen conversador.

-¿Regresas al teatro con la obra El Test donde se plantea el dilema de elegir entre cien mil euros al momento o un millón en diez años. ¿Cuál sería tu elección?

- Depende de si contestara el corazón o la cabeza. Si hablara mi corazón elegiría los cien mil, en cambio me decantaría por el millón si lo pensara con cabeza. Soy géminis y soy impulsivo por naturaleza.

-Entonces, ¿más vale pájaro en mano que ciento volando?

-¡Claro! Piensa la de cosas que pueden pasar en diez años. Precisamente, esa frase la utiliza el autor en el texto. Habla desde la cotidianeidad, porque la vida puede cambiar de un día para otro.

-Cuéntanos, ¿cómo es tu personaje en esta obra?

-Es un hombre de negocios creativo, que tiene dinero y éxito y que necesita jugar con los demás para sentir el poder, aunque en ello se juegue la vida. Es el que pone en marcha un cronómetro, cuyos resultados no puede controlar.

-Y de nuevo a vueltas con el dinero, ya que tu último trabajo en teatro fue «El Crédito». En el fondo, ¿el dinero revela cómo somos y nos pone a cada uno en nuestro sitio?

-Revela hasta dónde somos capaces de llegar para sobrevivir. Cuando está en juego el plato de comida de tu familia, los valores y principios pasan a un segundo lugar. Todo cambia.

-Amistad y dinero se entremezclan en esta obra. ¿Qué relevancia tiene la cuestión económica en tu vida?

- La economía solo sirve para comprar tiempo para aquello que nos hace feliz. Yo me realizo con el tiempo que dedico a mis aficiones, con el tiempo que comparto con la gente a la que quiero. Pero al final, todos somos pobres en tiempo.

-Dicen que cada vez te pareces más a tu padre actuando. ¿Te gusta que te lo digan?

-Siempre. Soy un gran admirador de mi familia. Y que me digan que me parezco a mi padre es un regalo. No me sienta mal. Al revés, me encanta, porque tengo mi propia personalidad.

-¿Con qué te quedas de la herencia familiar que te han transmitido los tuyos?

-Me quedo con una frase que decía mi abuelo: «Hay que saber que se empieza como soldado raso, se llega a coronel y al día siguiente vuelves a ser soldado raso». Esta frase resume en qué consiste el oficio del actor. Y no hay más.

-Encadenas una obra tras otra. ¿Te sientes más un actor de teatro que de televisión?

-No. No creo en los actores con contraindicaciones. Creo en los actores y punto. A veces te dedicas al teatro y otras si te surge, como es mi caso, regresas a la televisión con La que se avecina, con el personaje de Bruno, que es fantástico y que no podía rechazar.

-Treinta años sobre las tablas dan para mucho. ¿Qué balance haces de tu carrera?

-Cuando miro atrás veo que he vivido bastantes momentos buenos, que ha habido también una evolución y que he aprendido a no tener que pedir perdón por decir que mi carrera está dirigida al público. Otros lo hacen por el prestigio o por dinero; en mi caso, me mueve la ilusión de salir cada noche a actuar por y para el público.

-¿Cómo te han caído los cincuenta?

-¡Uf! Mal. Pero reconozco que la edad tiene sus ventajas. Empiezas a estar más sereno, asimilas las cosas con más calma y reflexionas más.

-Tu asignatura pendiente.

-Como decía San Francisco de Asís: «Tener serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia».

-¿Echas de menos haber formado una familia?

-No, si la echara de menos la habría creado. Disfruto de mi soledad elegida y de mis animales recogidos de la calle.

-¿Cómo es el Luis Merlo de andar por casa?

-Soy un tipo muy normal, bastante burgués, muy de campo y de mis animales y de mi soledad. Me entusiasma la lectura y tocar el piano.