Los árboles en el suelo también son vida

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La base vital depende de esa pequeña capa superficial de tierra fértil. Como recuerda la ONU: «Los primeros veinte centímetros del suelo es todo lo que se interpone entre nosotros y la extinción»

29 ene 2021 . Actualizado a las 00:44 h.

Empecemos con una afirmación que seguramente les sorprenderá: hay mil veces más organismos vivos en un solo árbol caído que personas viven en todo el planeta. Muchos árboles han caído en la ciudad en este último temporal, como suele suceder.

Es una forma de selección natural, no muy fina, pero un proceso natural que no tiene nada que ver con las talas sistemáticas del arbolado urbano ni con ninguna de sus justificaciones. Pero hoy queremos explicar la enorme importancia que tienen esos árboles caídos, y dejarlos en su sitio. Para empezar el árbol no está muerto, en es un hervidero de vida: miles de millones de bacterias (bacteria arriba, bacteria abajo) centenares de millones de actiomicetos (fascinantes cositas entre bacterias y hongos) millones de hongos microscópicos, centenares de miles de algas (en la humedad del suelo y de un árbol caído viven algas ¿verdad que es sorprendente?) y miles de nematodos (pequeños gusanitos) están empezando a vivir, trabajar y reproducirse a lo loco en un solo árbol caído. Esta cantidad de organismos viven a escala microscópica, en cuanto aumentamos el tamaño podemos empezar a ver infinidad de pequeños huéspedes.

Para no agobiar con el listado anotemos solamente: enquitreidos (lombrices anfibias) lombrices terrestres, moluscos (caracoles) misriápodos (ciempiés y milpiés, que ni los primeros tienen cien ni los segundos mil pies), isópodos (bichos bola) hormigas, escarabajos, larvas de dípteros y coleópteros, arácnidos, colémbolos, ácaros (terrestres, no los del polvo) proturos y dipluros (pequeños descomponedores de la materia orgánica), tisanuros (los «pececillos de plata» que se comen la celulosa), arácnidos de todo tipo e incluso escorpiones, pero que no cunda el pánico, en realidad son pseudoescorpiones sin veneno y con un modesto tamaño que apenas alcanza un milímetro. A tamaño gigantesco comparativamente con lo anterior llegarán los mustélidos, musarañas, topillos y ratoncillos de campo y los que se alimentan de todo lo anterior. Aquí es cuando nuestra especie entra en escena.

Sería sencillo empezar por que pocas cosas son un mejor parque de juegos para niños y niñas que un tronco de árbol caído en el que puedan trepar, ocultarse, perseguirse, desarrollar su imaginación usándolo como recurso y fascinarse con la vida que pueden descubrir en él, pero la cosa es algo más profunda. Esos troncos en descomposición natural son un compostero espontáneo, que devolverá la fertilidad a la tierra, tan necesaria en general y muy especialmente en los entornos urbanos en los que, por ese irracional sentido de la limpieza que nos lleva a identificar como «sucio» un parque con hojas caídas en otoño, estamos rompiendo los ciclos naturales de la materia orgánica y empobreciendo el suelo privándolo de sus nutrientes esenciales.

El origen de muchas enfermedades que debilitan a los árboles también en los parques (y luego sirven de argumento para justificar su tala) empieza ahí. La salud de nuestra especie, desde el aire que respiramos hasta nuestra alimentación, está directamente relacionada con la salud de los suelos.

Por eso queríamos pedirle al Concello de Vigo, con el riesgo que ello implica, que no se retirasen los árboles caídos por el temporal en los parques, que los dejasen tal cual, aportando vida vital, valga la redundancia, al suelo. Entendemos que algún tiquismiquis podría decir que hacer eso es señal de abandono o desidia municipal, pero nada más lejos de la realidad. Sería tanto como naturalizar nuestros parques, que viene siendo lo contrario a humanizarlos.

El argumento podría resumirse en que la base de la vida depende de esa pequeña capa superficial de tierra fértil. Si empezamos con una afirmación sorprendente permitan que terminemos con otra, que hace unos años, con motivo del día mundial para la conservación del suelo, el 7 de julio, hizo la ONU: «Los primeros veinte centímetros del suelo es todo lo que se interpone entre nosotros y la extinción». Es completamente cierto.