40 años de pelea por la igualdad de las mujeres

e. v. pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La abogada de familia Paula Táboas empezó su carrera con la ley del divorcio y ayudó a fundar oenegés de apoyo a maltratadas

31 ene 2019 . Actualizado a las 16:19 h.

Paula Táboas (Vigo, 1954) forma parte de la primera promoción de abogados de Vigo que ejercieron en la democracia en 1978, al final del franquismo, y que serán homenajeados la próxima semana. Siete de ellos siguen en activo y recibirán el 8 de febrero la insignia de oro del Colegio de Abogados de Vigo por 40 años de ejercicio en la profesión en la ciudad.

La letrada se crio en la emigración en Barcelona y regresó colegiada a su ciudad natal. Empezó a trabajar en junio de 1977, con Javier Mañó y Matías Movilla, y se especializó en Derecho de Familia. Estuvo en los grupos embrionarios que gestaron oenegés como la Asociación Galega da Muller, Alecrín (ya extinta), Abogados Jóvenes (fue con Teresa Conde-Pumpido y otros al primer congreso en Granada y crearon el de Vigo) o Xustiza e Sociedade, aún en vigor. Asesoró a una joven Carmen Avendaño cuando montaba Érguete. Hace doce años se casó con su compañero de despacho, Javier Rodríguez, de 84 años. Son el único matrimonio de letrados de Vigo con insignias de oro.

Ella y su marido, que fue abogado de UGT, se declaran progresistas. «Hemos desarrollado una senda profesional ligada a la defensa de los más débiles, de las mujeres maltratadas, los trabajadores, las asociaciones de vecinos o con los muchachos que padecían problemas con las drogas», relata la letrada, la cual ahora, por motivos personales, solo ejerce en el turno de oficio. «Nuestra pauta siempre fue dar apoyo», dijo. «En aquel entonces, se participaba en el espíritu innovador, reivindicativo y de la presencia de la abogacía en la realidad social». Con la democracia, se presentaron a las primeras elecciones del Colegio de Abogados. «Siempre hemos estado en los movimientos de progreso en el ejercicio profesional», dice.

Su gran caballo de batalla es la lucha por la igualdad de derechos de la mujer. El tribunal canónico la habilitó para poder separar o anular los matrimonios católicos antes de la ley del divorcio. «Di tantas conferencias sobre el divorcio a las asociaciones vecinales que era un aburrimiento», bromea. «En 40 años, pienso en todo lo que se peleó y se trabajó por la defensa de la mujer. Empezamos presentando reclamaciones en los tribunales que no nos daban la razón hasta conseguir lo que tenemos actualmente. Han sido muchos años de peleas», recalca. En uno de sus primeros casos, un marido litigaba porque ya no tenía el control de la economía de su mujer, la cual no le daba cuentas de su sueldo y eso era un «cambio radical» porque antes la ley habilitaba al marido a administrarlo. Al hombre lo machacó aquello y se separaron. También reclamaron a la policía que sacaran al marido maltratador de la casa de la víctima, a la que llevaban a un refugio de acogida, a la inversa que ahora, que él va a al calabozo. «Hubo un cambio tremendo de cosas pero falta mucho por hacer», indica.

En sus inicios compartió despacho con Francisco Mañó, que fue su primer socio junto con Matías Movilla. Cuando tenían despacho en la primera planta de Urzaiz, 1, Avendaño se estableció en la tercera. «La conozco desde mi vida profesional, desde el año 78, como miembro de la asociación de Lavadores», cuenta.

Recuerda que su pleito más simpático fue cuando reclamaron a la Seguridad Social porque regalaba a los jubilados medallas de oro «que no eran de oro».

Conoció a su actual marido con 23 años, él tenía 43. Rodríguez la contrató en 1978 para defender a UGT y siguieron en contacto profesional «porque éramos todos de la misma cuerda». En 1992, él abrió un bufete y «me pidió que me incorporase para el derecho de Familia». Estuvieron juntos hasta que se jubiló. «Sigue echándonos una mano, nos ayuda a enfrentar problemas, su función asesora es muy relevante», dice. Táboas enseña una foto de 1985 en la que ejerce de madrina de una pasante. De testigos, varios que llegaron a magistrados de la Audiencia. «Por mi oficina pasaron para formarse en Derecho de Familia hasta seis chicas y ahora colaboro con una de ellas en su despacho. Es gracioso porque ella empezó conmigo y ahora yo termino con ella», comenta.

Oscar Vázquez

«Se hace necesario un segundo juzgado de Violencia sobre la Mujer, hay una carga de trabajo brutal »

Paula Táboas considera que aún quedan muchas cosas por hacer en defensa de los derechos femeninos. «Lo que más se echa en falta es un órgano que coordine todos los servicios, desde el juzgado no se conocen todas las posibilidades de apoyo. A la ciudadana, la aboca a ir de puerta a puerta preguntando», dice.

«Falta profundizar en todo lo que tiene que ver con la igualdad. Siguen existiendo de modo práctico muchas situaciones de desigualdad», cuenta. Menciona que la práctica de la maternidad sigue siendo un hándicap. «A las madres no nos suspenden juicios por causa de la maternidad o la lactancia», afirma. «Hace unos días acaba de salir reconocido el derecho de las magistradas que estuvieron de baja por maternidad para que sigan cobrando sus pluses. A ellas se lo han reconocido, pero a las abogadas no, ni las necesidades de lactancia como causa de suspensión del juicio. Sigue la desigualdad», dice. Y recalca que cuando se reclaman nuevos juzgados para Vigo, «no sale nunca el segundo para la Violencia de Género, necesario para defender las posiciones de la mujer. Hay una carga de trabajo brutal pero otros sectores se llevan como las flores y la petición de otro juez de violencia nunca aparece».

Hace años, montaron Alecrín «ante la inexistencia de servicios sociales públicos para la protección de mujeres». Luego, se financió su trabajo desde el sector público, lo absorbió la Administración, pero Alecrín no ganó el concurso para gestionar las casas de maltratadas y cerró. Le sucedió la Rede Veciñal de Mulleres.