El sueño surgido ante un televisor

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Los hermanos mexicanos Alan y Abiel dejaron atrás su país por el balonmano, que les ha llevado al Lavadores

29 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Al norte de México, en el Estado de Sonora, el pequeño Alan, que por entonces cursaba sexto de primaria, acudía casi todos los días a un pabellón próximo a su casa a practicar taekuondo junto a su hermano Abiel. Una tarde, el entrenador le habló del balonmano, un deporte que por aquel entonces era un total desconocido para él. «Yo decía: ¿qué es esto? ¿qué es esto? ¡Es como fútbol con la mano!», recuerda entre risas. La novedad le llamó la atención y al día siguiente su madre cursaba la solicitud para iniciar el curso. «¡Desde el primer minuto que lo vi lo adoré!», confiesa Alan arrastrando las palabras y transmitiendo devoción. Así comienza la historia de amor de los hermanos Villalobos, Alan (1991) y Abiel (1993), con una disciplina que desde el primer instante les hizo soñar y por la que no dudaron en cruzar un océano hasta asentarse en el Lavadores, a 9.000 kilómetros de su hogar.

«Por entonces, siendo niños, veíamos en la televisión cómo se jugaban las ligas profesionales de acá y nos asombraba. En ese momento llegamos a prometernos que algún día nosotros estaríamos jugando fuera de México», recuerda el mayor de los Villalobos. Y así fue, aunque requirió su tiempo. Alan y Abiel se esforzaron desde el minuto uno. Entrenaban fuerte y eso les permitió destacar en el equipo de su estado y abrirse las puertas de la sucesivas categorías de la selección mexicana. «Entrenábamos toda la semana con el equipo del estado y cuando se acercaba alguna fecha importante para la selección nacional, nos concentrábamos dos o tres meses», explica Abiel. Su balonmano crecía, pero en su México querido no encontraban muchas más salidas, habían tocado techo. Necesitaban dar un paso más para seguir aprendiendo, y el destino puso en su camino a Diego Soto, entonces entrenador del Torrelavega, que se encontraba impartiendo un campus en el país azteca.

El técnico le preguntó a Alan si estaría dispuesto a luchar por hacerse un hueco en España, y él respondió que sí a la carrera. Pero los euros no abundaban en el club cántabro en ese momento, por lo que el fichaje no se pudo efectuar. Pero Soto no se olvidó del mexicano. Cuando enero surgió en el calendario y las cuentas del Torrelavega revivieron, Soto le llamó de nuevo. Y esa vez, con el 2015 arrancando, el mayor de los Villalobos hizo las maletas persiguiendo su sueño. Un año más tarde sería Abiel el que correría el mismo destino, aunque en su caso fue el Dominicos el que sirvió de puerta de entrada.

La puerta del Lavadores

Acoplarse el balonmano español no fue sencillo. Atrás dejaban un país en el que es completamente amateur y apenas hay competiciones, más allá de las que miden a unos estados con otros y las convocatorias de las selecciones, mientras en España se toparon con partidos semana sí, semana también. «Es lo más emocionante», dice Abiel

Alan se pasó en Torrelavega las tres últimas temporadas, mientras Abiel probaba fortuna también en el Villafranca. Cuando acabó la temporada pasada ambos hablaron con su representante y le propusieron que buscase un club en el que pudiesen volver a jugar juntos. La morriña es una palabra con la que no están familiarizados, pero sí con el sentimiento. «Nuestra familia está muy lejos, así que para nosotros era importante reencontrarnos. Además, nos entendemos realmente bien cuando jugamos juntos, nos conocemos y sabemos lo que va a hacer el otro», desvelan los Villalobos.

Y el lugar en el que su balonmano se reencontró fue el Lavadores, que les ofreció un proyecto ambicioso que les convenció desde el minuto uno, incluso cuando para Alan era un club una categoría por debajo de la que estaba. «En ningún momento dudé, ambos queríamos un club con aspiraciones, que quisiese crecer, como nosotros, y ese es el Lavadores», argumenta Alan. En Vigo se han encontrado una ciudad que les gusta, aunque entre risas Abiel reconoce que no lleva demasiado bien «las cuestas y que si hace un par de días buenos, al tercero ya llueve, aunque es una ciudad encantadora». Pero asegura que la decisión fue la acertada. Se sintieron desde el minuto uno bien acogidos y eso les ayuda a adaptarse fuera y dentro de la pista. Sobre la cancha, interiorizar el balonmano, «más técnico y táctico que el mexicano», es su gran reto, mientras que fuera de ella el reto es batallar el recuerdo de la familia que está lejos.

«Hemos dejado a nuestros padres, a nuestra hermana, yo he dejado a mi hijo... Por suerte, ahora estoy con mi hermano», desvela Abiel, «pero merece la pena intentarlo todo. Uno de nuestros sueños era venir acá y se ha cumplido, así que tenemos que dar las gracias y pelear por seguir creciendo». Tal y como se prometieron hace un puñado de años delante de un televisor.