El cangués que hace 500 fotos diarias a los turistas al pie de la torre Eiffel

Monica Torres
mónica torres CANGAS / LA VOZ

CANGAS

cedida

Andrés González Tilve vive y trabaja «donde siempre había soñado»

17 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La Torre Eiffel es uno de los monumentos más visitados y fotografiados del mundo. Los casi siete millones de personas que atrae cada año buscan siempre la mejor perspectiva para dejar constancia gráfica de su paso por la obra maestra de Gustave Eiffel pero Andrés González Tilve es, posiblemente, el gallego que más veces la ha fotografiado. Al menos en el último año y sin salir él en la imagen. «Hago entre 300 y 500 fotografías al día, depende. Soy feliz porque trabajar en París es lo que había soñado», asegura. Lo imaginó desde Cangas, villa en la que vino al mundo hace 34 años y en la que mantiene siempre el objetivo, pese llevar ocho años residiendo en la capital gala.

Fue amor a primera vista. «Llegué con un Interraíl en el 2007 y en cuanto pisé Montmartre me prometí que algún día me iría a vivir a París», recordaba ayer a los pies de su emblemática torre. Lo hizo cuatro años después, demostrando ya entonces su don para la óptica porque se reconvirtió y pasó de ser una de las víctimas de la crisis en España, tras años trabajando en el sector naval se reconvirtió en au pair en Francia. «Lo cierto es que la crisis cambió mi vida, pero para mejor. Me decidí a venir al perder el empleo y aquí trabajé cuidando niños, luego de camarero y cocinero mientras mejoraba mi técnica y el idioma», explica.

Ahora que ya puede vivir de su pasión, que es la fotografía, habla cinco idiomas y chapurrea vietnamita, la lengua materna de su mujer, a la que conquistó también en la ciudad de la luz y del amor. «Antes de dormir con mi mujer lo hacía con la cámara, pienso las 24 horas del día en la fotografía», desvela.

«Desde pequeño fui siempre tímido y reservado. Me gusta mirar a los ojos de las personas, el contacto visual, pero a distancia», asegura. Ahora lo hace a diario a orillas del río Sena, en la Plaza del Trocadero. «Conozco a muchas personas, hablo cinco idiomas al día y también gallego, porque vienen muchos hasta París», explica. Ese escenario, con barcos, al igual que las piedras de Montmartre, le unen a su tierra natal. «Todo me recuerda a Galicia, antes digo casi que soy gallego que español y me encanta mi trabajo. Hago lo que quiero, que son los retratos y me gusta el contacto directo con la gente», dice el flamante fotógrafo.

La vieja guardería de Massó, en Vogue

Presume de gallego por los cuatro costados y, especialmente de Cangas, donde este año hizo la foto que Vogue Italia ha publicado en Internet. Es la número 28 de las 31 del portafolio que Andrés González Tilve ha conseguido que pasara los filtros de calidad de la revista, «considerada la biblia de la moda», en Italia. «La hice con mi padre a principios de año mientras dábamos un paseo por la zona», explica. Luz y sombra es mucho más de lo que aprecia a simple vista. «Son todos mis recuerdos, el mar, la pesca, los barcos de colores diferentes», explica su autor. Tres décadas antes, era un habitual de la zona porque la guardería estaba al lado de la casa de su abuela. «Ahí han trabajado tres generaciones de mi familia. Primero mi bisabuelo, luego mi abuelo y después mi madre, así que me crie ahí, al lado de Frigoríficos del Morrazo», recuerda orgulloso de sus orígenes.

La primera vez que Vogue Italia publicó una foto suya fue en el 2017. «En febrero de ese año me aceptaron una en blanco y negro de una señora con bolsas en un mercado nocturno de pescado hecha en Vietnam el año anterior, cuando acudí a la boda de unos amigos», confirma Andrés González. También regresó a esta república asiática y Globe Trotters, un magazine francés especializado en grandes viajes.

«Ha sido un camino muy duro pero, poco a poco voy viendo realizados mis sueños», reconoce el artista gráfico cangués en perfecto gallego pero con acento difícilmente identificable. Además de trabajar dedica todo el tiempo que puede a seguir formándose e investigando. «Siempre hay que aspirar a más», advierte.