Aquellas minas de Champintiel de Bembrive en las que los anarquistas escondían sus explosivos

Pedro Rodríguez Villar
pedro rodríguez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.Moralejo

Cuando era pequeño, recuerda Diego Pérez, los mayores hablaban de que en el monte de esta parroquia viguesa había siete minas de las que manaba agua

15 abr 2025 . Actualizado a las 01:07 h.

Cuando era pequeño, recuerda Diego Perez, los mayores de Bembrive hablaban de que en el monte de esta parroquia viguesa había siete minas de las que manaba agua. «Las llamaban las minas de Champintiel y era algo que tenía hasta un tinte mítico», rememora. Nadie, al menos que él sepa, las sabía ubicar, pero eran protagonistas de varias historias que se fueron perdiendo en el tiempo. Diego recuerda que hasta se hablaba de una alijo de bombas que un grupo terrorista anarquista había escondido allí. Al hacerse mayor, Pérez no olvidó aquello que le contaban sus mayores y se puso a investigar sobre ellas en el monte y en el archivo histórico.

«Resulta que el nombre de estas minas deriva del ingeniero encargado de crearlas, el valenciano Vicente Charpentier», recuerda Diego. Una orden que se emitió en el año 1900 autorizó al Concello de Vigo la obtención de sesenta litros por segundo de los manantiales de Bembrive para el consumo de la población de la ciudad. Dos años después, las obras ya estaban terminadas y «las primeras gotas de agua llegaron al depósito de O Castro en 1904», continúa Diego. Pero uno de los sucesos que llama más la atención se produjo veinte años después, en plena II República, cuando la Guardia Civil descubrió en las minas un depósito de bombas y cócteles molotov que era propiedad de un grupo terrorista anarquista. «Desde hace tiempo la Guardia Civil tenía confidencias precisas de que en Vigo existía un depósito de bombas que elementos extremistas tenían dispuesto para destruir fincas», publicaba el Día del Trabajador de 1934 el diario vigués El Pueblo Gallego.

Diego explica que la Guardia Civil encontró el depósito en las minas de agua porque «el sábado anterior había explotado una botella y el rumor se extendió por todos los vecinos». Una vez allí, la Guardia Civil descubrió que «en una mina de seis metros de profundidad, en terreno de doña Purificación Benavides, había trece botellas de un litro con líquido inflamable, cinco bombas preparadas para cargar, un rollo de mecha, un paquete de clorato y una botella conteniendo un líquido que por el momento se ignora», continuaba el artículo publicado en El Pueblo Gallego, que terminaba advirtiendo que el hallazgo «viene a demostrar que en Vigo, a pesar de su aparente tranquilidad, hay elementos peligrosos».

Un escondite

Aquel incidente quedó grabado en la memoria popular y dio paso a teorías y cuentos que, poco a poco, fueron dando forma a leyendas. Diego también añade de que a él le contaron otras historias sobre personas que se metían allí para esconderse o escapar de algo en concreto. «Cuando la gente quería desaparecer se metía en estas minas», cuenta.

Investigando también descubrió que en la construcción de las minas de Bembrive había participado su propio tatarabuelo. «Era un minero portugués que vino a trabajar aquí cinco años. Luego se fue para no volver», explica. Hoy, las minas están comidas por la maleza que hay en la zona, pero el agua todavía brota de ellas. También hay tubos que salen ladera abajo, hasta el río. «Siguen abasteciendo a la ciudad, pero no se preocupan de cuidarlas», señala Diego a modo de conclusión.