248 paneles solares del parque Nelson Mandela de Navia no funcionan y se oxidan

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

Vecinos urgen medidas para frenar el abandono de la segunda zona verde más grande de la ciudad tras Castrelos

20 dic 2019 . Actualizado a las 22:43 h.

En el parque Nelson Mandela de Navia podría grabarse la escena de alguna película sobre el fin del mundo. El abandono que se observa en cada esquina da cuenta de que en algún momento de su historia pudo ser un lugar esplendoroso. Quien diseñó este parque de 90.000 metros cuadrados, el segundo más grande de Vigo después de Castrelos, debió pensar a lo grande. No por ello la Xunta de Galicia gastó aquí la friolera de siete millones de euros para crear un espacio verde modélico que tenía que convertirse en una referencia medioambiental y de sostenibilidad en la ciudad.

Sus fuentes, estanques en diversos niveles, las amplias zonas de paseo y de descanso y las zonas verdes lo convertían en un lugar idílico donde disfrutar del sosiego y el aire libre al lado de los edificios y con unos buenos accesos. Sus 248 paneles solares producían energía de sobra para iluminar cientos de luces por la noche, que además de un efecto paradisíaco, ofrecían seguridad a los usuarios. «El parque era impresionante, simplemente con la luz era una maravilla. El piso me costó un dinero, pero mereció la pena comprar aquí con ese espacio que que llamaba para pasear, correr o coger un libro», recuerda Fernando Costas García, uno de los primeros vecinos del polígono residencial de Navia.

Decadencia

Nada de eso tiene que ver con la realidad actual. El parque deja en mal lugar al premio Nóbel que le da nombre. Es una campa maltratada con unos accesos cochambrosos que el Ayuntamiento ha precintado por el peligro que supone atravesarlos.

Los paneles solares llevan años sin funcionar y se encuentran oxidados. En consecuencia, las luces no funcionan, se han ido deteriorando con el paso del tiempo y en algunos puntos solo quedan cables asomando hacia el exterior. La falta de alumbrado lo convierte en un lugar lúgubre y oscuro por las noches.

La falta de limpieza es notoria. Las hojas invaden el espacio porque nadie las recoge. Los grafiteros se han adueñado de los muros con pintadas que afean el entorno.

El estado del firme es calamitoso. El año pasado se produjo un boquete en uno de los accesos. El Concello lo arregló pero ahora se ha abierto un nuevo agujero en otra de las entradas del parque, que a medida que pasa el tiempo se va haciendo más grande y profundo. El Ayuntamiento lo ha vallado para evitar caídas.

El agua de los estanques está sucia. La porquería ha taponado uno de ellos y el agua rebosa hacia las escaleras. La Policía Local ha colocado un precinto.

Una cubierta de plástico que tendría que estar tapada con tierra asoma a la superficie con el riesgo de que quien la pise, se resbale y se caiga al suelo. En algunas partes el suelo está lleno de lodo. Este espacio se encuentra así por la falta de mantenimiento. La Xunta lo inauguró en abril del 2011 y a finales del 2012 lo recepcionó el Ayuntamiento. Poco después, dejaron de funcionar las luces. «El Concello eliminó una parte del parque para hacer un huerto urbano. No ha plantado ni un árbol ni colocado mobiliario urbano, ni lo mantiene», afima Fernando Costas.

Preocupación vecinal

Los residentes están cansados de la falta de preocupación institucional por este espacio. El parque carece de árboles, lo que hace que sea un barrizal en invierno y un desierto en verano en el que la gente se asa de calor. A los vecinos no les gusta este sitio. No es un lugar de encuentro debido a su mal estado y a la falta de mantenimiento. Solo lo usan algunos usuarios para pasear por allí a sus perros y algunas personas para hacer deporte.