El botellón provoca un aumento del número de jóvenes adictos al alcohol

b. villaverde / m. otero VIGO / LA VOZ

VIGO

Cedida

La Asociación Viguesa de Alcohología alerta del riesgo de recaída en los menores de 30

16 ago 2019 . Actualizado a las 18:51 h.

El consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública por parte de los jóvenes, muchos de ellos menores, es un problema que la ciudad no logra atajar. Cada fin de semana, en la zona de As Avenidas, el escenario es el mismo. Decenas de jóvenes sentados alrededor de una botella sin que nadie haga nada por impedirlo. Suciedad, ruido e inseguridad son las consecuencias inmediatas de esta práctica tan arraigada entre la juventud viguesa. Pero hay un efecto mucho más grave. «La adicción al alcohol ha aumentado entre los jóvenes de entre 20 y 30 años, pero también en menores de edad», alerta la presidenta de la Asociación Viguesa de Alcohología (Asvidal), Carmen Guimeráns.

En su centro de atención a personas con problemas con el consumo de alcohol reciben a diario a muchos jóvenes. «Vienen a tratamiento y son más conscientes de que tienen un problema que personas de más edad. Saben que beber veinte cubatas no es normal», ilustra Guimeráns el perfil común de sus pacientes. Sin embargo, esa voluntad para admitir la existencia de un trastorno adictivo no es suficiente para superarlo. «La solución es compleja porque para lograr una abstinencia tienen que variar mucho su estilo de vida. Tienen que dejar de salir con los amigos, cambiar radicalmente su forma de ocio... Y eso cuesta mucho», reconoce la presidenta de Asvidal.

Para que el tratamiento sea efectivo, pide Guimeráns a las administraciones que oferten otras formas de entretenimiento para la juventud. «Al salir de noche y tener todo su ocio relacionado con el alcohol, se quedan un poco al margen y se aburren. Es necesario ofrecerles un programa de actividades alternativo», reclama.

La ausencia de estas alternativas nocturnas hace que el tratamiento acabe fracasando de forma habitual. «Tenemos abandonos y retornos», dice la presidenta del colectivo. «Muchos lo dejan porque creen que pueden controlar y hacer un consumo moderado sin volver a pasarse, pero la conducta adictiva requiere abstinencia porque el consumo moderado no la soluciona. Por eso hay mucho retorno. Al cabo de un año o dos vuelven a empezar porque han vuelto a la situación inicial», desvela Guimeráns.

También hacen hincapié desde Asvidal en concienciar a la sociedad que los adictos al alcohol no son solo aquellos que necesitan ingerir este tipo de bebidas a diario. «El patrón de consumo ha cambiado. No hay que consumir todos los días para saber que hay trastorno por dependencia, sino que ahora la gente permanece varios días sin consumir y el fin de semana lo hacen de forma masiva», detallan desde el colectivo. Y alertan de las consecuencias de esta conducta. «Alcoholemias positivas, agresiones, problemas físicos, familiares, de pareja o económicos. Muchos consumen otras sustancias o se pasan con las apuestas deportivas. Es muy grave y difícil de abandonar», remata.

«Los padres no deben permitir a sus hijos menores beber vino o cerveza en cenas familiares»

La edad de iniciación al consumo de bebidas alcohólicas influye mucho en la aparición de trastornos adictivos. «El consumo de alcohol está permitido por la sociedad, no como el de la cocaína o la heroína. Es difícil alejar a los menores de él porque está por todas partes», reconoce Guimeráns.

Para evitar la caída en las garras del alcohol a edades muy tempranas es fundamental el papel de los padres. «Hay una edad legal para empezar a consumir y hay que respetarla porque además va unida a una maduración del joven. A veces con 16 años se permite beber una copa de vino o cerveza en casa. Los padres no deben permitir beber a sus hijos menores en cenas o comidas familiares», subrayan desde Asvidal. En los hogares también es importante prestar atención al comportamiento y horarios de los jóvenes. «Si su hijo llega a las cinco de la mañana, tienen que saber cómo llega y si sospechan que hay consumo, que hablen con ellos pero sin castigarlos ni responsabilizarlos», aconseja Guimeráns. Dar ejemplo es otra práctica que también funciona. «Que el ocio de los padres no esté unido a salir de copas, que hagan cosas juntos», propone.

Los recursos de los gobiernos también deben aprovecharse mejor. «Las intervenciones educativas en los lugares de ocio no funcionan, pero sí el control policial y vigilar a los distribuidores de bebidas a menores», concluye.