La «milla de oro» viguesa acumula una veintena de locales cerrados

Soledad Antón García
Soledad Antón VIGO / LA VOZ

VIGO

Adolfo Domínguez ha sido uno de las últimas tiendas en bajar la persiana

17 mar 2014 . Actualizado a las 13:00 h.

La milla de oro comercial de la ciudad, con epicentro en la calle del Príncipe, acumula una veintena de locales cerrados. Uno de los últimos en bajar la persiana, en este caso en Eduardo Iglesias, ha sido Adolfo Domínguez, que llegó a tener hasta tres tiendas en un radio de poco más de 50 metros. La única que ahora les queda en Vigo es la de A Laxe. Fuentes vinculadas a la compañía explican que la medida forma parte del plan de reestructuración de la firma para enjugar pérdidas, cuya estrategia pasa por cerrar todas aquellas tiendas que no tengan un saldo de explotación positivo.

Otros locales que buscan inquilino son los que en su día ocuparon Vilma, Le Coquelicot, A Quinta Estación, María Teresa o Boj, todas ellos en las galerías que unen Príncipe con Velázquez Moreno. Un portavoz de la asociación que agrupa a los comerciantes de la zona explica que detrás de semejante desbandada no solo están los problemas comunes del sector derivados de la crisis -elevados alquileres, bajada de ventas, cierre del crédito...-, sino también una «mala gestión por parte de los propietarios, rígidos en todo, hasta en el horario de apertura de las galerías».

También lucen carteles de «se alquila» la tienda de camisas Celio -apenas ha permanecido abierta un año-, Tartana, Raixa (moda infantil), Imaginarium o Nice Things, que el lunes abrió por última vez. En el vecino callejón de Núñez, se despidió hace unas semanas uno de los históricos, Piñeiro Sports, y en el tramo más comercial de Urzaiz, han hecho lo propio la zapatería Bit, la relojería Gaspar, la famacia y hasta Oysho.

La presidenta de la Federación de Comerciantes, Encarna Álvarez, afirma que cinco años de crisis han diezmado la resistencia de muchos comerciantes que, bien a su pesar, «no les ha quedado más remedio que darse por vencidos». Añade que en algún caso la puntilla la ha puesto la campaña de rebajas. «Las dos primeras semanas se hizo caja, pero luego las ventas bajaron casi tanto como los precios. No da para hacer frente a los gastos», afirma.