«Pasé de la cocina al espectáculo»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO

Recién jubilada, Mucha ha sido la cara visible del Centro Cultural desde su creación

21 feb 2011 . Actualizado a las 12:38 h.

El Centro Cultural Novacaixagalicia ha sido para Carmen Alcántara, Mucha, su segunda casa durante los últimos 27 años, es decir desde antes de que abriera sus puertas al público el 20 de marzo de 1984. El pasado 30 de diciembre, fruto de la tiranía del calendario, acabó una relación de cuatro décadas con la caja, en la que se ganó el puesto gracias a su buena mano para las lentejas. «Pasé de la cocina al espectáculo. Todo era una novedad», recuerda. Y es que hasta entonces trabajaba como cocinera en la residencia de estudiantes. Lo cierto es que tardó muy poco en dominar la situación como bien tuvieron oportunidad de comprobar no solo sus compañeros de trabajo, sino también docenas de figuras de la escena consagradas.

Con semejantes antecedentes su rincón favorito estaba cantado que tenía que ser el teatro, en el que tan buenos ratos (y alguno malo) ha pasado. Los que más recuerda son los primeros. Por lo que cuenta, los segundos tienen mucho que ver con el hecho de que no siempre se ha aceptado que el mando en plaza lo tuviera una mujer.

Relata el caso del responsable de iluminación de un espectáculo que creyó que gritando, blasfemando y amenazando con suspender la función iba a amedrentar a Carmen. «Sin levantar la voz le dije ?vamos a arrimar todos el hombro y si no hay un foco que abra cinco grados, habrá otro que abra 4,5 porque yo también se cagarme en aquel de allá arriba?. Se arreglo el problema al momento», explica.

La firmeza se tornaba siempre amabilidad cuando el interlocutor exhibía también amabilidad, e incluso afecto después de tantos encuentros. Recuerda especialmente a José Coronado -«siempre me pedía que viera la obra y le diera mi opinión»-, a José Sacristán -«quería que le cogiera la mano porque le daba seguridad»-, a Serrat, a Concha Velasco... Con muchos de ellos terminó haciendo amistad. Eso sí, guarda celosamente el secreto profesional y se resiste a contar alguna anécdota jugosa -«lo que me cuentan queda para mí», afirma-, por las que, seguro, algunos pagarían.

Sí relata su agarrada con Lola Herrera, pero porque tuvo un final feliz. «Y todo por un cigarro. Le dije que allí no podía fumar, que estaba prohibido. ?Pero como te atreves a decirme a mí que no puedo fumar, esto te va a costar un disgusto?. De mala gana apagó el cigarrillo y durante los días que duró la función entraba y salía y no me dirigía la palabra. El último día me llamó a su camerino y me dijo ?Carmen, tienes agallas. Te admiro y te respeto?, y me regaló una de esas cerámicas que hace ella. La guardo como una joya. Desde ese día somos íntimas».

Pero antes de codearse con el mundo del espectáculo Mucha ya llevaba muchos trienios de vida laboral a cuestas. Siendo la tercera de siete hermanos y quedándose huérfana de padre a los nueve años, no tuvo más remedio que ponerse a trabajar a los 14. «Me hubiera gustado ser médico, pero las circunstancias me obligaron a dejar pronto el colegio», dice.

Empezó de aprendiz en la fábrica de caramelos Nubur. Aprendió rápido porque, según cuenta, cuando faltaba el técnico, se encargaba ella de las mezclas. «Fui una buena caramelera», asegura. Debía de serlo porque cuando enfermó su madre y dejó el trabajo para cuidarla le seguían pagando la Seguridad Social.