Los cacos entrañables

VIGO

01 feb 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Vigo se está llenando de cacos entrañables. La pasada semana, fue detenido uno por atracar un banco simulando una pistola con el dedo índice. Ahora, ha caído un tipo por apropiarse de unos chorizos y unos salchichones. Y, en el mismo día, la policía detuvo a otro que llevaba en el maletero 36 kilos de langostinos.

La maldita crisis está reviviendo la delincuencia de la posguerra. Como los ladrones auténticos, los criminales sin escrúpulos como Madoff o los directivos de Enron, ya se han llevado todo lo importante, para los profesionales ya solo quedan las migajas. El caco de hoy puede estar contento si roba una gallina, una morcilla o cien gramos de mortadela. Con ese botín, puede ir por ahí dándose aires de gran delincuente y, cuando lo ingresan en A Lama, los otros presos lo admiran. «Ese de ahí es el que fue a robar y lo consiguió», comentan los reclusos embobados.

Habría que ver la cara del caco de los langostinos. Iba por Jacinto Benavente, con el brazo por la ventanilla y saludando a la policía: «Deténgame, hombre, deténgame usted, que llevo el maletero como el capitán Pescanova». Ha quedado tan poco que robar, con esta crisis, que el que hurta un salchichón se puede dar aires de Bonnie and Clyde.

Hay que hablar con el grupo Abba para que les haga una canción a estos cacos vigueses de ahora. Que les compongan un himno, como al Lute. Y no es de extrañar que vuelvan a triunfar Los Chichos, porque la canción del Vaquilla -«alegre bandolero»- está más vigente que nunca.

Yo creo que al atracador a dedo, al de los salchichones y al de los langostinos hay que proponerlos para vigueses distinguidos. Porque con la que está cayendo, con esta recesión galopante, hay que echarle mucho valor para hacerse caco.

Rompamos pues una lanza por nuestros delincuentes entrañables. A los que ya solo falta ponerse la camiseta de rayas y el antifaz. Y llevar en la mano un juego de ganzúas, para que se vea que son cacos, aunque la falta de género los tenga en regulación de empleo.

Si Madoff puede seguir paseándose por Nueva York, gastándose el Potosí que le ha robado a medio mundo, ¿a qué van a tener peor consideración nuestros «golfos apandadores»? Al menos, en plena crisis, estos tipos se arreglan con lo que pueden. No han tenido, como los delincuentes financieros, suculentas ayudas públicas, sufragadas con los impuestos de todos, para pagarse a sí mismos insultantes indemnizaciones millonarias.

Entre los cacos de traje y los de camiseta de rayas, yo me quedo con los últimos. Aún hay clases.