Acaba el 2008, el año de la decepción

Manuel Campo Vidal

VIGO

La crisis ha puesto punto final a un largo ciclo de prosperidad y ha generado una sensación de desánimo cuya profundidad se medirá en el inmediato ciclo electoral

28 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque «toda situación grave es susceptible de empeorar», como advertía Eugenio d'Ors, el año 2008 ha sido el de la quiebra de un largo ciclo de prosperidad y, sobre todo, el año de la decepción. Ha habido decepción para los ingenuos que creían que económicamente siempre sería así; decepción mayor para los jóvenes que no tenían memoria histórica y creían equivocadamente que siempre fue así. Y decepción generada por algunos grandes nombres que antes de la crisis, e incluso en sus comienzos, se pavoneaban de su fortaleza y acierto.

Piensen en esas entidades bancarias que hablaban desde la prepotencia. O esas que subliminalmente venían a decir: «Otros bancos tienen problemas y nosotros no». Después llegó la lista de incautos atrapados en la pirámide de Madoff y se descubrió que no eran tan perfectos, ni tan puros, ni tan solventes.

El presidente Zapatero ha terminado el año advirtiendo a ETA de que no hay más oportunidades de negociación y pidiendo a los bancos y cajas que abran el grifo del crédito. Quedan pocas excusas para no hacerlo, sobre todo después de la concurrida subasta de dinero. Con ese líquido habrá que afrontar un año acaso más difícil, al menos en su primera mitad, pero que se encara con algunas reformas, sobre todo mentales, ya aparentemente consolidadas. No se podía vivir a ese tren -vacaciones exóticas, coches carísimos y viviendas de precios desbocados- y menos de prestado.

Ahora estamos en el otro extremo del péndulo. Aquí no se gasta un duro. «Para nosotros fue deprimente el domingo pasado, porque siempre las vísperas de Navidad nos salvaban y este año aún lo necesitábamos más», cuenta el propietario de una zapatería de prestigio de la barcelonesa Rambla de Cataluña. Es la estampa del comercio minorista en España que se tambalea porque, con la reducción general del consumo, la clientela se concentró en las grandes superficies.

Todo el mundo se ha estrechado el cinturón, menos las comunidades autónomas. Siguiendo la estela catalana, que siempre ha liderado la reivindicación -vascos y navarros ya negociaron en su día un régimen privilegiado-, todas las autonomías aspiran al reparto del botín, que deberá salir del déficit porque las arcas del Estado están cada vez más vacías. Zapatero afronta el endeudamiento con tranquilidad, y Rajoy le advierte que por ese camino vamos muy mal.

El tobogán electoral

Con ese cuadro económico entramos en el tobogán electoral de los tres desafíos, el gallego, el vasco y el europeo. Para el primero y el tercero, pocas sorpresas previstas, aunque los sondeos no son infalibles y menos en tiempos de crisis. Se supone que habrá reedición de bipartito en Galicia y victoria ajustada del PP sobre el PSOE en número de eurodiputados. La sorpresa puede estar realmente en el País Vasco, según advierte el Euskobarómetro, aunque todo el mundo sabe que el aviso de que «por primera vez puede haber un Gobierno no nacionalista» es la llamada desesperada para que voten todos los nacionalistas y de forma útil, a saber, al PNV.

Es cierto que hay dos elementos nuevos. Primero, el lendakari Ibarretxe está desgastado y sus ocurrencias son percibidas por una parte de la población como excentricidades. Ejemplo: «Eso del yes, we can de Obama lo llevamos diciendo y practicando los vascos desde hace doscientos años». Que se enteren en Chicago. Segunda: la decisión de Eusko Alkartasuna de romper la coalición electoral con el PNV reducirá la cosecha de escaños nacionalistas, aunque es cierto que tiene una gran ventaja, y es que el PNV sería capaz de un Gobierno de coalición con los socialistas vascos, y EA, más bien no. Todo muy abierto.

En contra de lo predicado en confidenciales, crónicas y tertulias, Zapatero aguantará el Gobierno, aunque en parte esté maltrecho, hasta que se empiece a ver la luz al final del túnel de la crisis. Un nuevo ministro de Economía ahora mismo sería abrasarlo en pocos meses. Pero no den por acabado a Zapatero, como hace algún dirigente popular. Si llega al final del 2009 a trancas y barrancas pero saliendo de la crisis, el primer semestre del 2010, con la presidencia europea, Zapatero puede convertirlo en un pasodoble.