Verísimo Vázquez sale a la luz

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

13 nov 2007 . Actualizado a las 11:23 h.

Dicen los especialistas en la materia que se cuentan con los dedos de una mano (y sobran cuatro) los artistas del XIX nacidos en Vigo de los que exista obra documentada. Verísimo Vázquez es ese autor, del que podemos encontrar una referencia en la Galería biográfica de Ossorio y Bernard. Se cuenta en ella que Verísimo fue discípulo de Dámaso Garrote y que, entre otros, pintó los cuadros La espadilla o El crucero. También se cuenta que una muerte prematura truncó en 1883 una carrera que se presentaba muy prometedora.

El caso es que, por esas casualidades de la vida, estos días puede contemplarse en Vigo, en concreto en la galería Euro Arte, un cuadro firmado por Verísimo Vázquez. A la novedad que supone el hallazgo, que hay que adjudicar al veterano galerista Faustino Fernández Veiga, aún que sumar una segunda, y es que se trata del retrato de una mujer pirata. Con pipa humeante incluida.

Francisco Pablos, que ha hecho un estudio sobre la obra, indica que es probable que se trate de la famosa Mary Read quien, «tras una vida agitada como soldado disfrazada de hombre en Flandes, caso, enviudó muy joven y se enroló en un barco capturado por navío pirata, llegando a capitanearlo».

Cuando Faustino Fernández supo de la existencia del cuadro, propiedad de un coleccionista privado residente en Santiago y, sobre todo, cuando supo que sus herederos querían ponerlo a la venta, le faltó tiempo para hacer una oferta por él. Dado que el tiempo no pasa en balde (el cuadro está fechado en Vigo en diciembre de 1880), la obra pedía a gritos una limpieza, tarea de la que se encargó la restauradora Teresa Orrio.

Rematada su puesta en valor, el lienzo ocupa un lugar de privilegio en la galería, donde aguarda la llegada de comprador. Una vez que la casualidad lo ha devuelto a Vigo 124 años después de haber salido de los pinceles de Verísimo Vázquez, sería una pena que abandonara la ciudad. Lo que sobran son instituciones con colecciones de arte notables en las que bien podría hacerse un hueco. Más que nada porque, como queda dicho unas líneas más arriba, la nómina de artistas del XIX nacidos en Vigo es más que exigua. Pues eso.

O más. Son las que necesitaría hasta nuevo aviso Boris Izaguirre. El showman-escritor o escritor-showman (tanto monta), pasó ayer por Vigo casi sin pisarlo. Es lo que tiene el fragor promocional, que te obliga a desayunar en una ciudad, comer en otra y cenar en una tercera. Que fue lo que hicieron ayer Boris y Millás. Con una diferencia, éste último, entre col y col no tenía que hacer hueco a obligaciones televisivas.

Así, ambos llegaron juntos al hotel, procedentes de Santiago, pero mientras Millás tuvo tiempo de subir a la habitación a refrescarse y descansar unos minutos antes de salir zumbando rumbo a la firma de planetas del día, Boris tuvo que quedarse con las ganas. De refrescarse y descansar, digo.

Y es que el vestíbulo ya le aguardaba un improvisado set televisivo. El que tiene tienda que la atienda. Y Boris tiene que atender cada día a los espectadores que comparte con Ana García Siñeriz. Ayer, cómo no, tocaba hablar de Chávez y sus chavadas. Como el set en cuestión tenía vistas a la calle, más de un transeúnte se quedó pegado al cristal. No sé si sorprendido de toparse sin esperarlo con Boris o deslumbrado por sus calcetines multicolores. Mitad y mitad.

La cosa no va de adivinanzas, sino de fútbol. La peña madridista de Baiona, o sea la Séptima (copa de Europa), acaba de cumplir diez años. Y lo celebró el sábado con una cena en Rocamar. Cerca de 250 comensales aprovecharon para declarar el merengue postre oficial. Bueno, sino lo hicieron lo pensaron.

Asistieron miembros de las peñas madridistas de Galicia y de media España, incluido el director de todas ellas, José Bernabeu y, claro, el de aquí, Vicente González. Buena culpa del éxito del sarao la tuvo José Manuel González de Lis. Por haber, hubo hasta enlace telefónico con Mijatovic, que prometió venir el próximo año. Y regalo de camisetas, una de ellas firmada por toda la plantilla.

El invitado con más estrés fue el alcalde que, en salomónica decisión, optó por sentarse ora en este comedor, ora en este otro, ya que estaba invitado a dos cenas en el mismo restaurante. Lo que no entendemos es como logra Vázquez Almuíña mantener el tipo con tanto compromiso culinario.