Los seudónimos proliferaron a lo largo de años

La Voz

VIGO

Memoria de Vigo De la poeta Mechitas de Vigo a Ciosvín, que dio nombre a un club de fútbol

22 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Don Paco ya no utiliza habitualmente su seudónimo Salvador de Lorenzana, obligado muchas veces para ocultar su identidad de Francisco Fernández del Riego, durante el franquismo represor. De sus primeros años de estancia en Vigo se le atribuye también el sobrenombre de Alevín, utilizado en la revista Industrias Pesqueras, con la que tuvo que complementar sus ingresos durante algunos años. Han sido docenas y docenas los vigueses que han utilizado seudónimos para firmar sus escritos. Quizá el más sorprendente, a finales del XIX, era el del escritor periodista y militar vigués Juan Neira Cancela, al que vimos firmar en torno a 1876, en el diario liberal La Concordia, de esta ciudad, como Ali-Can-Nuca Reneja. Éste era un personaje singular, autor de libros firmados con su nombre, al que descubrieron a su muerte una extraña afición: entre sus papeles aparecieron varias necrológicas de ilustres gallegos que todavía estaban vivos. Donde siempre hubo proliferación de seudónimos fue en el periodismo deportivo local. Entre los más antiguos, no más tarde de 1909, Manuel de Castro, el cronista con estatua que desde el primer momento firmó Hándicap. En los años veinte estaba en Galicia, el diario de Paz Andrade, T. Arnold, sobrenombre del veterinario municipal y directivo deportivo Miguel Bezares. O Allatnas, que no era otro que Pedro Román, que también empezó su vida en el diario La Concordia. Sprint, revista de deportes, fue un vivero de seudónimos: los tuvieron su primer director, Andrés Rodríguez Barbeito, que empleaba el de Amadiós, y el que le sucedió, el funcionario municipal Aurelio Domínguez, al que no debía gustar el nombre y que cambió en la prensa por el de Luis del Valle. A nuestro lado trabaja un nieto también periodista, Pablo Carballo. Estaba en el mismo medio alguien que escribió en otros muchos, Manuel Durán Valiño, un tudense que firmaba Man D¿Uval, y que utilizó igualmente los seudónimos Ego y Mostacilla. Hacía con frecuencia unos divertidos versos deportivos. Como Man D¿Uval trabajó también para el desaparecido diario El Pueblo Gallego, Julio Vila Costa, Ciosvín, industrial que había nacido en la República Argentina, y vivía aquí desde que era niño, a principios del XX. Seudónimo que supongo murió para la crítica deportiva cuando dejó la profesión, a finales de la década de los veinte del siglo pasado, pero que pervivió como nombre de un popular club de fútbol vigués. Aquel equipo llegaría a ser campeón de España amateur, en 1931. Incontables fueron los seudónimos de escritores locales. Alguno, como el prosista y poeta Amador Montenegro, utilizaba El Vate de la Raposeira, en alusión a su pazo. Original era, sin duda, la firma que empleó muchas veces en Vida Gallega y otras publicaciones Mercedes Viso Troncoso, desde los primeros años del siglo pasado y hasta después de la guerra. En sus poemas, a veces guerreros, aparecía el sobrenombre de Mechitas de Vigo.