ANTÍPODAS | O |
15 nov 2003 . Actualizado a las 06:00 h.¿BARCELONA O MADRID? Los que no somos de una ni de otra, discutimos con frecuencia las virtudes y los defectos de ambas metrópolis. Siempre he preferido Madrid, pero ahora, ante las elecciones catalanas, recordaba que a fines de los setenta me atraía el fulgor de la vida cultural barcelonesa. ¿Qué fue de aquella urbe cosmopolita? Nada bueno, aunque el que tuvo, retuvo. Oyendo ahora los testimonios de Boadella, Loquillo y Arcadi Espada, confirmaba que el esplendor se ha ido apagando bajo el dominio que el nacionalismo ha ejercido allí por más de 20 años. Lo llaman el oasis catalán. Bajo la placidez yace la esterilidad de lo uniforme. La catalana Asociación por la Tolerancia ha publicado un manifiesto que permite vislumbrar el porqué del declive de aquella ciudad abierta y pujante. Y quien dice urbe, dice sociedad. «Se han ido estableciendo unas reglas de juego no escritas (...) que producen situaciones de desigualdad en el libre ejercicio de los derechos de los ciudadanos catalanes». Y esas reglas «no derivan de normas democráticas, sino de una ideología nacionalista que actúa de filtro imprescindible para legitimar cualquier actuación política, social y cultural». «El pluralismo es un principio básico de la democracia, que está muy limitado por las instituciones de Cataluña», las cuales, añade el escrito, «sin respetar el bilingüismo de la sociedad, han impuesto un modelo prácticamente monolingüe». No es sólo en Cataluña donde se pretende hacer ingeniería social. Cuando cualquier actividad cultural y social debe llevar el sello de catalanidad, vasquismo o galleguismo, para que sea, no sólo apoyada o subvencionada, sino sencillamente no boicoteada, el resultado es el oasis (cuando es pacífico). Un oasis donde sólo crece una especie vegetal y vive, eso sí, estupendamente, una sola especie animal. closadafernandez@yahoo.es