El padrino

ARMANDO G. FREIRÍA

VIGO

CUARTO OSCURO | O |

24 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

DON VITO CORLEONE susurraba órdenes porque gritar para que se te note el poder es una vulgaridad. El verdadero poder se ejerce en silencio. Una mirada, un gesto suspendido en el aire y dejar que el miedo se expanda a tu alrededor. Nada más eficaz que dejar que los perros serviles te interpreten. Siempre podrás mandarles ante el pelotón de fusilamiento por equivocarse ellos. Los dictadores conocen bien el miedo humano y saben que el terror pierde con la concreción del castigo. La imaginación del dolor posible es más aterradora. Los generales Trujillo y Franco lo sabían bien y aplicaban mejor. El personaje de Marlon Brando es, de todos los padrinos, el más popular. El modelo patrio, en comparación con el italiano, resulta paleto y acomplejado pero cabe agradecerle que no da trabajo extra a los forenses ni produce pérdida de plasma ahora que las donaciones escasean. El padrinazgo doméstico, cutre pero solvente, se expresa en toda su magnitud en el arte de favorecer y proteger al ahijado en sus pretensiones, sean éstas cuales fueren. Allegadas suyas son las frases «no sabe Vd, con quien está hablando» o «¿qué hay de lo mio?» tan hispanas ellas. Aznar, en el acto del bautizo de Ainara, la niña canaria, se ha convertido en el más significado padrino de la actualidad. Compromiso personal, electoral y mediático cumplido. Nada que objetar a quien cumple sus promesas por estos pagos tan desacostumbrados. Tampoco al obsequio de una buena cantidad de dinero, que cada quien hace con el suyo lo que le parece. Exceso y agravio comparativo me parecen, sin embargo, las noticias que informan de mejoras en la vivienda y oferta de empleo al señor Santana. Alcanzar el pleno empleo es sólo cuestión de contar con un padrino que todo lo pueda. El que no lo tenga, ¡que se joda!