Ni en la escasez ni en la abundancia: el Dépor no encuentra el gol

TORRE DE MARATHÓN

Soriano y Mulattieri conversan durante el partido contra la Real B
Soriano y Mulattieri conversan durante el partido contra la Real B César Quian

Reincidir en el falso 9 no dio mayores réditos que ante el Castellón, como tampoco funcionó recargar al final el ataque de un equipo silbado en casa

13 dic 2025 . Actualizado a las 23:56 h.

Murió hace tres días Robe Iniesta y el Deportivo quiso rendirle homenaje con medio minuto de uno de sus grandes temas para cerrar la atronadora sesión musical. Recurrió el pincha a la época de Extremoduro, que quizá encaje mejor con lo que viene siendo el equipo a estas alturas de campeonato. Desde el «descolorío», que retrata la dilución blanquiazul frente al Castellón y la Real B, hasta el Agila, ese «espabila» de raíz extremeña que conmina a la reacción. Una demanda reiterada durante el encuentro a través de los silbidos que acompañaron los titubeos en la salida desde atrás y cada uno de los tantos anotados por el rival. También los hubo al concluir, aunque más disimulados por el ruido del fondo y por la falta de personal en una grada definitivamente vencida desde el 0-3. De los 25.000 del domingo pasado a los menos de 20.000 del sábado noche media seguro algo más que un cambio de horario: probablemente, el salto entre el buen partido de Albacete y el par de accidentes (si aún se quiere mantener el optimismo) del cierre liguero del año en Riazor.

La doble cita en casa ofrecía al técnico y a su equipo la ocasión de redimirse de inmediato, pero Antonio Hidalgo eligió reincidir. Volvió a formar sin referente ofensivo y la fórmula cuajó esta vez en lo que prometía: sin ariete, no hubo gol. Lo rozó (y eso es innegable), Yeremay, abriendo la vía de la conjetura: ¿y si? Pero no. Con el balón se esfumó por línea de fondo la oportunidad de aprovechar mejor los espacios que brindaba la inconsistente presión donostiarra y no hubo más balones al espacio que los saldados con una amarilla y un uy.

Tampoco ofrecía Stoichkov el remedio de la descarga de pelotas llovidas sobre la última línea visitante, ni el de imponerse en el remate en las centradas por Loureiro, Quagliata o Yere (cabeceó blanda y al centro la que cazó). Ni Charlie Patiño ni José Ángel tuvieron tampoco la precisión para fabricar por dentro: en vertical no encontraron receptores en ventaja; en horizontal regalaron las contras del 0-1 y el 0-2 al filial de la Real Sociedad.

Y cuando el míster optó por el giro radical, cargando el frente de ataque, solo obtuvo saturación: la mala toma de decisiones se dividió entre la multitud y además se vació la zaga y la medular. Colapso desde el techo a los cimientos. Eso también lo cantaba Robe: «Hago casas de cartón».