
Pocos días de descanso tras la derrota del Deportivo ante el Levante y muchos cambios en el once propuesto por Óscar Gilsanz en este encuentro aplazado de Segunda División: 1-4-3-3 asimétrico con Petxarroman, Villares y Bouldini entrando por Obrador, Mfulu y Barbero. Antes de empezar el partido, he de reconocer que no me gusta apostar por un lateral a perfil cambiado ni por un jugador que, hasta ahora, ha sido intrascendente en los minutos disputados. Si las rotaciones se deben a sobrecarga de minutos, la entrada de un Dani Barcia, que salió del equipo por lesión y no por rendimiento, debió de plantearse tras el desempeño de los Pablos en los últimos partidos.
El plan de partido de Óscar Gilsanz se plasmaba sobre el Heliodoro Rodríguez López de esta manera: carril central en la creación para Jurado, Villares y Soriano a los que se incorporaba Yeremay dejando el perfil izquierdo a Ximo Navarro, mientras que por la otra banda era Petxarroman, con experiencia en Andorra ocupando ese espacio interior, quien se incorporaba a zona de creación dejando a David Mella en amplitud.
Las sensaciones en el inicio fueron muy buenas, con permutas y ajustes en las transiciones del Tete, mientras que en ataque posicional los coruñeses pisaban área con facilidad, errando incluso un penalti Yeremay Hernández.
El cuadro de Óscar Gilsanz perdió el control durante unos minutos, pero nada más allá de la realidad, la superioridad en el verde era manifiesta a favor de los blanquiazules, que parecían disfrutar con el ataque combinativo.
Y en ese momento llegó la trampa del deporte rey, y es que es único e inigualable en ese aspecto. El equipo tenía una idea, generaba a través de la colectividad para que «pasase algo» cuando Yeremay y Mella tenían la pelota en los pies, pero no pasó y los chicharreros fueron haciéndose con el encuentro paralelamente a la pérdida del plan deportivista.
Debiendo aceptar la verdad, esa que «adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua», como dijo Miguel de Cervantes, al Deportivo le falta una chispa en la posición más fundamental del fútbol, la que pasa las facturas a los errores del rival, porque el que más facturaba ya no está.