Haris Medunjanin: «Con la pelota, me gusta parar el tiempo»

TORRE DE MARATHÓN

Medunjanin, tras marcar un gol durante un partido con el Castellón
Medunjanin, tras marcar un gol durante un partido con el Castellón CD Castellón

«Lucas dejó el ego a un lado para volver; mis respetos», subraya el exjugador del Deportivo, clave en el ascenso del Castellón

27 may 2024 . Actualizado a las 10:30 h.

«Mi cuerpo está fatal ahora. Demasiados partidos, muchas molestias. Tengo que pensarlo bien, puede ser que me retire. Venía para ayudar al Castellón a subir a Segunda y he cumplido con el equipo y con el entrenador. Ahora, el nivel de la competición va a crecer y tengo dudas de que pueda aguantarlo». Haris Medunjanin (Sarajevo, 1985) medita seriamente colgar las botas la próxima semana. Si finalmente lo hace se despedirá de la forma soñada: en una final a doble vuelta entre sus dos últimos equipos en España. Con ambos ya ascendidos.

—Roza los 40, ha jugado 31 partidos, 29 como titular, y ha marcado nueve goles. ¿Sorprendido?

—Totalmente. Mi idea era echar una mano al entrenador [Jan-Dirk Schreuder] con el idioma y su relación con los jóvenes en el vestuario, pero me dijo: «Si te necesito vas a tener que jugar». No pensé que serían tantos partidos. Hasta el final casi no me he perdido ni un entrenamiento y he participado en la mayoría de jornadas. Salió como salió y estoy feliz.

—Entonces volvió a España con la idea de ser ayudante técnico, más que de jugar.

—Sí. Quería ser la mano derecha del entrenador, transmitir su idea sobre el césped, que los compañeros comprendieran que exige estar al cien por cien, que no te permite rendir por debajo. Esa era la idea, que entendieran que la dedicación debía ser total, vivir el fútbol al máximo. Por suerte, se dieron cuenta enseguida.

—Tiene una relación muy peculiar con el míster.

—Vino durante mi segunda etapa en Philadelphia y enseguida iniciamos una buena relación. Él llegaba solo a una ciudad nueva y nos convertimos en los mejores amigos. Así que le propuse llevarme con él si se iba a entrenar a cualquier otro equipo. Así sucedió la temporada pasada con el Zwolle, pero no creí que fuera a ocurrir también aquí.

—Dice que entienden igual el fútbol ¿De qué manera?

—El fútbol tiene que ser una forma de vida. Le tienes que dar todo. Llegué a Castellón con 38 años, sé que muchos penaron que venía a cobrar y a retirarme. Pero venía a demostrarle a la gente mi pasión, mi mentalidad ganadora. Claro que me ayudó la confianza del entrenador, que sea mi amigo, pero me he pasado el año probando cosas a la gente. Para él, el fútbol es disciplina. Y eso a mí me gusta. En esta profesión hay que ser humilde y trabajar, intentar mejorar cada día. Luego están los grupos, 25 personas de distinto carácter que tienes que aprender a manejar.

—Habla de disciplina y su imagen está más asociada al talento.

—Yo no soy muy rápido, pero con el balón puedo meter un pase a quien sí tiene esa velocidad que a mí me falta. Buscar gente entre líneas. Aparte, este año, jugar por detrás del punta me ha dado más libertad y la posibilidad de acercarme al centro para ayudar a dar salida a la pelota. Con libertad puedo demostrar más cosas; si me marcan siempre qué tengo que hacer, disfruto menos. Que el entrenador sea tu amigo también ayuda a eso.

—¿Le permite más descansos en labores defensivas?

—No. Nuestro estilo no permite esconderte. Te exige mantener una presión constante sobre el rival, recuperar arriba y salir cuanto antes. Con pelota es otro asunto. Me gusta parar el tiempo, dar tranquilidad, el pase extra. Como no soy tan ágil ni rápido, tengo que pensar rápido, no permitir que me quiten el balón. Esa ha sido la clave en mi carrera.

—Varias veces ha dicho que también le ha marcado su condición de niño de la guerra ¿Cómo?

—Por la necesidad de adaptarme. De ahí ha salido también una necesidad de demostrar. De convencer a quienes no creen en ti. Eso me ocurrió cuando llegué a Castellón. Mi actitud ha sido siempre la misma: demostrar que yo puedo, así ha sido mi vida. Cuando sales de tu país, cuando llegas solo a España sin conocer el idioma, cada vez que cambias... Peleas. Ahora por suerte me resulta más fácil. Soy un veterano, ya no hay nadie mayor que me vaya a matar si estoy cansado.

—Van 20 años de carrera. ¿Qué cambios ha percibido?

—Pues que ahora son importantísimos los números. Todo son estadísticas. Cuánto corres, cuántos esprints haces, cuántos duelos ganas... Los datos. Antes no había esa obsesión. Creo que antes se quería más la pelota y ahora se pasa más tiempo corriendo. Los jugadores son distintos, quedan pocos que no vivan del físico, de la velocidad. Si en otra época eran uno o dos los que dependían de eso, en esta son mayoría. Bueno, distintas maneras de conseguir lo mismo: el fútbol sigue siendo meter un gol más que el contrario para ganar.

«Nunca pensé que el Deportivo llegaría tan abajo»

«Cuando llegué al Dépor empecé jugando bastante —recuerda Medunjanin—, pero las cosas dejaron de salir bien y perdí protagonismo. No me importó mucho, porque mantenía una relación muy buena con varios compañeros: Manuel Pablo, Lopo, Borges, Fabricio... Me sentí muy cómodo y mantuve una mentalidad positiva mientras esperaba a que llegara mi momento. Y justo llegó cuando nos jugábamos la permanencia en Barcelona (reemplazó al lesionado Canella en el 38). Estuvo bien. Así funciona el fútbol: todos quieren jugar, pero solo pueden empezar once.

—Menudo final de temporada.

—Sacar un punto en el Camp Nou, contra un Barcelona campeón, era muy difícil. No habíamos empezado y ya íbamos 2-0. Pero teníamos a Lucas, que es capaz de sacar algo en cualquier momento. Y marcó. Y luego marcó Salomao. Fue muy bonito.

—¿Le sorprende lo de Lucas?

—Es un niño de A Coruña, no me puede sorprender que quisiera volver. Aquella vez venía del PAOK y estuvo un tiempo lesionado, pero cuando se recuperó siempre conseguía que sucedieran cosas en el campo. Tenía una energía increíble. Y ahí está de vuelta para ayudar a su ciudad a volver al fútbol profesional. Eso es de gran futbolista y también de gran persona. Dejar el ego a un lado, pudiendo seguir en Primera, y volver a casa a sacar a tu equipo adelante. Mis respetos.

—¿Tiene ganas de regresar a Riazor?

—¡Claro! Creo que ya solo queda Lucas de aquel equipo, pero me hace ilusión volver al campo y coincidir con él. Los dos llegamos para echar una mano y lo hemos conseguido, así que será bonito verlo.

—La afición del Dépor siempre le tuvo cariño. ¿Cómo espera que le reciban?

—Yo siempre juego para la gente. Luego habrá algunos a quienes no le guste, pero eso ya entra dentro de lo razonable. Lo que espero de mi regreso es que haya un gran ambiente en el estadio y poder ofrecerle un buen partido a la afición.

—¿Le sorprende que el reencuentro con su anterior equipo en España se produzca en la tercera categoría?

—La verdad es que sí. Nunca pensé que el Deportivo llegaría tan abajo, un club grande con esa historia... Es importante que un equipo así esté siempre en el fútbol profesional.

«En el fútbol, como en la vida, si eres extranjero y la cosa no va bien, sabes que será culpa tuya»

Si finalmente decide dar por concluida su carrera sobre el césped, Haris Medunjanin pretende seguir junto a Jan-Dirk Schreuder en el banquillo del Castellón.

—¿Ve ese puesto de ayudante como una etapa? ¿Piensa en ser primer entrenador en el futuro?

—No creo. Pienso más en ser un enlace entre el entrenador y los jugadores, transmitirles sus ideas. Más adelante, no lo sé. Estoy a gusto con Schrueder ahora mismo y no me planteo nada distinto.

—En cualquier caso, su intención es seguir en España. Ha jugado en cinco países distintos. ¿Se queda con este?

—Sin duda España es el mejor país para jugar al fútbol. Llegar a un estadio en la tercera categoría y ver cómo suena... Eso es difícil de imaginar en Holanda, por ejemplo. Castalia, Riazor, el campo del Málaga, el del Córdoba... Le digo a la gente que cuando salí de España la última vez el Deportivo estaba en Primera y ahora está dos niveles por debajo, pero ahí sigue la afición, sin abandonar a su equipo.

—Pasaron casi diez años entre su salida y su regreso. ¿Se fue dolido con el Deportivo? ¿Cree que mereció más oportunidades?

—Sabes qué pasa: en el fútbol como en la vida, si eres extranjero y la cosa no va bien, ya tienes claro que va a ser culpa tuya. Con eso hay que vivir. En A Coruña había centrocampistas de cantera como Juan Domínguez o Álex Bergantiños, competir por su puesto es una presión añadida. Ningún problema. Además, soy de los que alzan la voz si algo no le gusta, y eso no siempre le parece bien al entrenador. Algo así me sucedió en el Deportivo, aunque no puedo decir nada malo de Víctor Fernández ni de Víctor Sánchez. Todo es parte del fútbol, nada más. De todas formas, si yo llego a ser entrenador estoy seguro de que haré las cosas de otra manera. Por ejemplo, pienso ser muy sincero. No me gusta cuando las cosas no se dicen a la cara. Prefiero lo que sucedió en mi segunda temporada ahí, cuando desde el principio me dijeron que no iba a tener muchas oportunidades, y lo entendí y trabajé por si acaso llegaban. El equipo iba bien, llegamos a estar sextos, y entonces no tenía opción de participar; eso es algo lógico. Así que finalmente decidí salir en invierno. Si tus compañeros están rindiendo, no tiene sentido que te quejes por no tener sitio. Como tenía 29 años y no podía permitirme estar parado, me fui. Y ahora me hace ilusión volver después de todo ese tiempo.