El ascenso prometido de Juan Giménez

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

La mano derecha de Carlos Rosende en la secretaría técnica del Dépor se destapó en el modesto Cornellá, con varias plantillas que rozaron el salto a Segunda

02 feb 2022 . Actualizado a las 17:07 h.

Marcó Juanto y nadie más. El Cornellá agonizó mientras se esfumaba un ascenso en los tiempos de la pandemia. El revolcón llegó tras la fase regular abreviada y dos eliminatorias —frente al Ibiza y el Atlético Baleares— superadas en terreno neutral. Poco después de que el Castellón cerrara el camino a Segunda en La Rosaleda, sonó el teléfono en Sabadell. «Fue un momento muy difícil, no se me va a olvidar. Llamaba desde Málaga y era evidente lo mal que estaba». Otro pequeño milagro al limbo y retorno a casa con la obligación de encontrar fuerzas para construir casi de cero y desafiar la lógica de la escasez. Días más tarde, todavía con el disgusto encima, la frase de consuelo y la premonición. Laura le prometió a Juan que el ascenso llegaría; en una ocasión distinta y puede que en un nuevo lugar. «Le dije que quizá no era su momento, que vendría después. Este año se lo he recordado», cuenta ella, de nuevo al teléfono, aunque de mucho mejor humor. Su pareja vuelve a estar lejos, pero tiene a tiro el salto que entonces no pudo dar.

Antes, cambió de color. «Llegó de una manera que no nos esperábamos. Empezamos tanteando el terreno y al final tomamos la decisión conjunta, una decisión de equipo. Que de momento él se fuera y yo me quedara aquí». La mano derecha de Carlos Rosende en la secretaría técnica del Deportivo abandonó la casa compartida con esa periodista con dotes adivinatorias a la que no le gusta el fútbol, y el club que le dio su primera oportunidad.

Allí llegó acompañando a Dani Pérez, a quien se había unido casi por casualidad. «Yo llevaba al infantil A del Sant Andreu y me quedé sin ayudante. Él dirigía el cadete F, un equipo que podríamos denominar de carácter social. No nos conocíamos, pero lo vi entrenar y me dio por ahí. Desde entonces y durante casi diez años, mi día a día fue con él». Juntos se mudaron al Cornellá, donde el dúo acabó rompiéndose durante las horas de trabajo porque a Juan Giménez lo sacaron del banquillo para que pudiera centrarse en la construcción.

«Viéndolo con perspectiva, no me extraña. Él siempre hablaba mucho del jugador, incluso entrenando en la base y cuando el análisis del resto era más colectivo. Se refería a características a corregir o potenciar en el aspecto individual. Distinguía cómo los futbolistas podían mezclar entre ellos, en qué situación eran capaces de sacar más provecho a sus virtudes», apunta su excompañero. «Veíamos partidos todo el día —añade—. Empezábamos en un campo a las nueve de la mañana y no parábamos de un lado a otro hasta las diez de la noche. Le encantaba el fútbol y se ha podido dedicar a su pasión».

Primero, ayudando a remodelar la cantera de la entidad catalana y enseguida al servicio del primer equipo. «Cuando él llegó, yo ya llevaba tres o cuatro años allí. Nos dio un plus de profesionalidad en el apartado de fichajes. No existía base de datos, eso lo implantó él. Hasta ahí se movían sobre todo por contactos con representantes. El cambio fue grande». Lo percibió así Xavi Arnedo, preparador físico que ahora asiste a Guillermo Fernández Romo en el Racing de Santander. «A veces fichaba jugadores que tú decías: ‘‘Pero a qué viene traer a este ahora’’. Y él te lo razonaba: ‘‘Viene de un año malo, o de estar lesionado, pero veréis cómo aquí va a funcionar’’. Y funcionaba. Si lo haces una temporada puede ser casualidad, pero cuando lo repites tres o cuatro...».

A base de aciertos, ganó crédito y hasta un alias de vestuario. Por él lo conoció Eloy Gila cuando el secretario técnico lo reclutó del Mirandés. «Los más veteranos le decían Juanchi; por Monchi, el del Sevilla. Te contaban que hacía fichajes que parecían imposibles para un club con el presupuesto del Cornellá. Luego te dabas cuenta de que era verdad. Tuvo aciertos grandiosos».

Gila todavía viste la camiseta verde, pero se ha resentido la conversación: «Hablábamos un montón de fútbol. Como persona es un diez y como profesional también. Ve partidos que muy pocos verían, sin relación aparente con el equipo en el que está. Además, se compromete con el día a día del jugador; entiende que es vital para que rinda».

Hábitos que no ha alterado en el Dépor. Si en Abegondo los integrantes de la secretaría técnica son fijos en las sesiones de trabajo del equipo, en Cornellá «Juan no se perdía un entrenamiento. Llegó a llamar para avisar de que no llegaría a tiempo de verlo. Luego daba su opinión, sin imponer. Sin meterse en el trabajo del cuerpo técnico», detalla Arnedo. Él vivió lo de La Rosaleda. «Para nosotros la Segunda División quedaba tan lejos... Pero encadenamos tres playoff y a la tercera de repente estábamos en la final. Cuando lo sientes tan cerca y te lo quitan de las manos...». Queda confiar en lo prometido y volver a empezar.