Sinfonía para cinco mil en Riazor

TORRE DE MARATHÓN

Miku corre a festejar uno de los dos goles que le anotó al Langreo
Miku corre a festejar uno de los dos goles que le anotó al Langreo CESAR QUIAN

El Dépor premia la paciencia de su afición despidiendo a lo grande el curso en casa

03 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Como consuelo no es gran cosa, aunque la sensación mejora si se piensa en un ensayo general. Cinco mil en la grada, advirtiendo de lo que vendrá. Puestos a mandar una avanzadilla, que no sean menos de cinco mil. Y que empate cualquier otro campo de la Primera Federación. El Dépor abordó una categoría sin estrenar advirtiendo de lo que es capaz. Lo hizo a destiempo, porque lleva varias temporadas que no acierta con el día en que toca cumplir, pero el contexto puede ayudar. Un año de fútbol en pandemia durante el que la hinchada ha sufrido por televisión, sin escuchar más gritos que el del locutor. Un año para poner a prueba el compromiso a través de conexiones inestables con campos de Asturias y Castilla y León. Con los bares cerrados y el único desahogo de la red social. Un año en picado sin apenas testigos directos de la caída. Y cuando por fin se abren las puertas y el socio puede echar un vistazo de cerca, se encuentra con un festín. El tráfico siguió abierto en Cuatro Caminos, nadie pensó en asaltar la fuente, y sin embargo muchos volvieron a casa con buen sabor. La sensación adecuada que retener al final.

A la ocasión se apuntó el Langreo, que tuvo el detalle de no estorbar. Si el invitado no aspira a nada, mejor que ofrezca colaboración. No hace falta que abra la puerta, basta con que desista de taponar los pasillos de ventilación. En lugar de acantonarse, como el Marino, salió a jugar. Fenomenal regalo de despedida tras tanto adversario atrincherado al que el Deportivo había sido incapaz de desbordar.

En sintonía con la propuesta, Rubén de la Barrera plantó su once más jugón. Bergantiños de ancla, y el resto a tocar y hacer méritos. Advirtió el técnico en la previa de que a ninguno de sus futbolistas le faltaban motivos para querer brillar. Unos por deseo de quedarse, otros por mejorar su caché por si es necesario encontrar postor. El primero en levantar la mano fue Raí. El brasileño fichó para unos meses y se ha hecho querer. Le falta pegada, pero de algún modo había que explicar su descenso a Segunda B. Tiene desborde y lo mismo cumple en banda que de interior. A los diez minutos ya se había hecho hueco en la frontal. No marcó, claro, pero señaló por dónde llegar. Luego aún provocó varias faltas y generó ventajas que atendiendo a las pocas obtenidas por su equipo avalarían un intento de renovación.

Méritos ha hecho también Miku, que entró el racha el día en que su entrenador admitió que no quedaban balas que gastar. El venezolano apareció de tapadillo por Abegondo, para una prueba que solo se destapó porque coincidió con el día en que Borges empezaba a entrenar. La edad y la falta de forma empequeñecieron su notable hoja de servicios hasta que terminó de afinar. De aquel taconazo frente al Alavés en Copa al golpe de espuela que aseguraba la Pro. Difícil encontrar mejor manera de representar su evolución. Siete goles en siete encuentros desde que cogió carrerilla en Barreiro. Siete dianas traducidas en nueve puntos y el arranque de la mayor goleada desde que hace 17 años el conjunto blanquiazul viajó a Balaídos a darle un repaso al primer equipo del eterno rival. No es malo tampoco ese dato para pensar en reconstruir.

Los dos primeros tantos del 5-0 tuvieron en común al generador. Asistencias de Héctor Hernández, señor del carril. Una en movimiento y otra a balón parado, certificando que también en esa suerte había opción a mejorar. El receptor en la estrategia fue Granero, otro de los que, al menos verbalmente, se han apuntado a seguir. Como el propio lateral zurdo y como Celso Borges, para quien también hubo ocasión.

El tico salió del banquillo y anotó su segundo libre directo desde que reapareció en A Coruña. El primero data del debut en pretemporada, en campo del Vilalbés. Redondeó la faena sirviéndole el quinto a Adri Castro, otro que en precampaña apuntaba más de lo que después dio. En él, como en Valín o Gandoy, podría haber aún opciones de futuro, que se aprecian con mayor claridad en Rayco y sobre todo en Villares. El Dépor ha encontrado en casa una piedra angular. El centrocampista marcó el ritmo al que se bajó el telón.