Siempre queda un sitio al fondo para el Dépor

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El conjunto blanquiazul vuelve a hacer el peor partido de la época, esta vez cargado de ideas nuevas

25 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si Nick Hornby reescribiera 31 canciones mezclando Alta fidelidad y Fiebre en las gradas, al Deportivo le tocaría el tema del elefante. Le encaja el ritmo y la insistencia. Siempre dispuesto este equipo (y este club) a comprobar cuánto da de sí esa tela de araña que vendría siendo la inquebrantable fe del hincha blanquiazul en el mañana, por mucho que el porvenir solo traiga una nueva forma de tocar fondo. Sucede como con los registros del día más frío o más caliente de la época, que dejan la sensación de repetirse cada invierno y cada verano, anunciando a voces el desastre climático. Hay muescas en ciertas casas de Betanzos señalando hasta donde llegó la inundación más terrible; ideales principalmente para que el propietario pueda señalar al periodista cuándo se estableció el récord recién superado.

Con el Dépor está la ventaja de que ni siquiera hay que hacer memoria. Basta con volver la vista a la anterior cita liguera en casa, por ejemplo, cuando se jugó algo mejor pero se cayó ante el filial del Celta. Un poco más atrás está el duelo contra un Extremadura ya descendido, y varios choques imborrables (por desgracia) de la primera vuelta de la 2019-2020. Desde ayer hay nuevo hito en el imaginario: el repaso del Compos de los nueve gallegos y los nueve futbolistas que resisten del bloque de Tercera. Suficiente hasta para sabotearle a Yago Iglesias su carta a los Reyes. Vino a Riazor sin su único delantero y le endosó al anfitrión la derrota más abultada en lo que va de campaña. Mal camino para convencer a la directiva de que necesita otro punta.

Al equipo blanquiazul no le vendría mal tampoco un nuevo ariete. El sexto. Los cinco que ahora tiene denuncian ausencia de oportunidades claras y tenían la fe puesta en el nuevo técnico. Frente al Compostela participaron cuatro (al aviso a Rui Costa solo le faltan unas luces de neón) y se repartieron un único disparo a puerta. Lo falló Beauvue; lo esperado, por probabilidades: en cuanto a ocasiones desperdiciadas tiene mejor porcentaje que el resto.

En sus botas estuvo prorrogar el espejismo, pero sometida a la tensión de la cinta, la bola de partido no salvó la red. Pudo haber sido un gol de tres puntos para los de casa pero enseguida se convirtió en un tanto de victoria y media expulsión para los de fuera. Justicia, si la hubiera.

El adversario jugó mejor bajo cualquier parámetro. Llevó la iniciativa, presionó con orden, sacó de sitio a la zaga local y anuló a Rolan, por mucho que el uruguayo insistiera. El hombre del millón de dólares (euro arriba o abajo) estuvo tan incómodo que bajó a campo propio a rascar bola. Hasta allí lo persiguió Pablo Antas, escoba compostelana y organizador del entramado que maniató además a Borges y a Bergantiños. A espaldas de ese doble pivote, huérfano de referentes en la transición ofensiva, se movió a su antojo Bicho. El ex del Fabril leyó mejor que nadie los espacios mientras los integrantes de aquel primer equipo que le fue esquivo trataban de encontrarlos empachándose de toques.

Sostiene De la Barrera que el fútbol combinativo no debe reducirse a una sucesión de pases sin obtener ventajas, y el Dépor encadenó 17 sin atravesar apenas la divisoria. Solo la escasez de público (no deja de sorprender para cuánto dieron las invitaciones de los patrocinadores) evitó la pitada ante la falta de progresos. Eso, y una capacidad de aguante tejida en tela de araña.