LOF

26 ene 2020 . Actualizado a las 18:44 h.

Durante dos años se empeñó Carmelo del Pozo en pregonar que en Segunda División no se puede competir con buenos futbolistas. Que mejor obreros que futbolistas vistosos. Que lo que importa no es el talento, sino la armonía del vestuario. Y, sobre todo, que en A Coruña no se tenía ni puñetera idea de lo que es la categoría de plata del fútbol español. Venía él a enseñar el camino a tanto ignorante blanquiazul que creía que el camino más corto para llegar a las metas son las líneas rectas. Tampoco valía cualquiera para el banquillo. Solo entrenadores con un perfil muy marcado.

De esta manera, en menos de 24 meses hizo noventa operaciones entre salidas y entradas de futbolistas y técnicos, fue cambiando la estructura deportiva del club y trató de crearse un Deportivo a medida con la condescendencia de los dos consejos de administración que hubo. Quiso mandar más que los presidentes.

El resultado fue un primer año sin ascenso, pese a tener el tercer tope salarial de la categoría, y un segundo año firmando los peores números de los 113 años de historia de la entidad.

Ahora, aunque todavía no hay nada hecho, se está demostrando que solo había que poner un poco de cordura. Aclarar que los buenos son mejores cuanto peor sea el nivel de la categoría y que el entrenador tampoco tiene por qué ser un experto en la división. Solo tiene que tener condiciones.

Falta mucho. Y esos rebotes que entran pueden volver a irse fuera aun haciendo la jugada del siglo. Pero lo que ha conseguido este Dépor, que acumula cuatro victorias consecutivas con la nueva dirección deportiva, demuestra que los ignorantes también pueden ser ilustres y saber más que los oráculos.