Julio Álvarez: «Para salir de ahí, salvarse debe ser como un ascenso para el Dépor»

TORRE DE MARATHÓN

El que fue juvenil deportivista y ahora es segundo entrenador de la Ponferradina, llama a cambiar por completo la mentalidad del club y la ciudad

12 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El Dépor visitará a una Ponferradina en la que Julio Álvarez, tras una vida de éxito como futbolista profesional, inicia su carrera en los banquillos. El coruñés, de 38 años, habla de sus primeros meses al lado de uno de los técnicos de moda en Segunda, Jon Pérez Bolo, y de la crisis del equipo de su tierra.

-¿Qué le aporta usted a Bolo y qué la aporta Bolo a usted?

-Bolo es el entrenador. Su criterio, su modelo y su visión del fútbol son los que imponen las decisiones y marcan el ritmo y el día a día. Jon es una persona muy cercana y de un perfil que el futbolista sabe que no le puede fallar, porque él da facilidades de todo tipo. Yo, a lo mejor, tengo un poco más de carácter y me gusta que las cosas sean directas, que hablemos y que si hay algo que corregir, que se corrija al instante. No me gusta dejar las cosas para pasado mañana. Nos entendemos muy bien los dos. Yo le aporto mi forma de entender el juego y él es una persona que me escucha, superrespetuosa, superhonrado, superamable y superhumilde. Y yo estoy cómodo, porque lo pasamos bien en el día a día, que es lo primordial, y los jugadores también ven que hay buen rollo entre nosotros.

-¿Cuál es su estilo?

-Tengo dos teorías. Una, que yo creo en el entrenador que lidera desde los hechos, los automatismos, el día a día, los buenos hábitos y el buen carácter. Como Ancelotti, que me hubiera encantado que me hubiera entrenado, porque fue un jugador de mediocampo de grandes equipos que entiende muy bien al juego y al futbolista, que no solo es entender bien el juego. Y en el aspecto del campo me considero un entrenador con una visión de que se ataca y se defiende desde el medio. Para mí lo más importante es el centro del campo y si ahí eres capaz de tener futbolistas que manejen y controlen la pelota, tienes que hacer que los demás se adapten. Creo que si dominas el centro del campo vas a atacar y a defender mejor.

-La gran estrella de la Ponferradina es Yuri, quien llegó al Pontevedra en el 2005 y ahora, a los 37 años, sigue goleando, ¿cuál es su secreto?

-A Yuri le encanta el fútbol, tiene el gol metido en la mente y es un tío que cuando llegué aquí me decían que era un poco especial. Pero lo es porque se lo ha ganado por jerarquía, y eso hay que premiarlo, pero sabiendo que él también tiene que liderar el proyecto. Le dije en pretemporada que iba a marcar 15 goles [ya lleva 9], pero que no iba a jugar los 90 minutos de todos los partidos, porque no puede por el ritmo que esta Liga tiene y por el físico que los equipos plantean. Y cuando hablas con un jugador de 37 años y le dices que debe hacer una serie de cosas y él las hace y te respeta, lo único que puedes hacer es aplaudirle y darle las gracias.

-Ni en sus peores pesadillas se imaginaría que se iba a enfrentar a un Dépor en esta situación.

-Sí, es una mala noticia ver así a un histórico como el Deportivo. Más allá de la clasificación, se nota alrededor del club que está todo muy alterado y muy sensible. Es normal, porque se celebró un ascenso antes de conseguirlo y esa energía y esa tensión ha cambiado todo por completo. El fútbol es tan caprichoso que esa energía te devora y pasan las semanas y los días y tu mente no reacciona y entras en un bucle complicadísimo de cambiar. Porque las personas siguen siendo las mismas en el día a día. El pensamiento está muy contaminado en los trabajadores, de los aficionados, del cuerpo técnico,... Yo lo viví en Tenerife en el 2010 y es demasiado la energía mental cómo te consume. Todo es mental. Si fueran capaces de cambiar eso, cambiarían muchas cosas, pero no es nada sencillo.

-¿Se atreve a darles un consejo?

-Les diría que acepten cuanto antes que prácticamente no tienen margen de mejora. Que todos están en cero. Que no se merecen más de lo que han dado, pero que a partir de ahí pueden construir algo. Para salir de ahí, salvarse para el Dépor tiene que ser ya como un sueño, salvarse tiene que ser como un ascenso, salvarse tiene que ser como una fiesta para la ciudad y el club. Hay que darle la vuelta a la mentalidad de todos. Que no es fácil, porque ir en sintonía en un momento así no es nada fácil. Hay que decir que comienza ya una liga nueva de 23 partidos sin presión, en los que solo se busque hacer realidad un sueño.

«No me vale con quedar decimoquinto; no nos creemos mejores que nadie, pero tampoco peores»

Con 24 puntos la Ponferradina, próximo rival del Dépor (sábado, 18.00 horas, Vamos), está a la misma distancia de la promoción que del descenso.

-¿Cómo se consigue esta primera vuelta desde el penúltimo tope salarial y con muchos debutantes en el fútbol profesional?

-Porque tienen una ilusión grandísima, después de haber esperado tanto tiempo esta oportunidad. Lo mínimo que les pedimos es que sean un grupo. Porque a mí gustaría que fuéramos un equipo campeón, y lo seremos si primero somos un buen grupo. En cuanto a grupo hay pocos equipos que nos pueden empatar. Se ve con aquellos que no juegan habitualmente: cómo entrenan, apoyan y respetan a los compañeros. Es por la ilusión que tienen todos de no fallarse a sí mismos, ni a los entrenadores. Estamos teniendo esa pequeña suerte.

-Quien le oiga hablar de un equipo campeón pensará que no habla en serio.

-Es que a mí nadie me contamina la mente. La mayoría de la gente siempre ve el no puedo. Pero yo he visto todos los partidos y sé que este equipo puede aspira a estar entre los diez primeros. Pero en cuanto pierdas la realidad de que eres un equipo que acaba de ascender, que no eres humilde, o que no trabajas, ahí ya eres uno más. Pero si trabajan como animales, corren más que los demás, se respetan más que los demás, se llevan mejor que los demás equipos, a mí no me vale con quedar el decimoquinto. Esa es mi mentalidad. Otra cosa es que después lo podamos hacer, porque hay otros 21 equipos compitiendo, y hay que actuar siempre desde el respeto. No nos consideramos mejores que nadie, pero tampoco peores.