El Dépor se apaga sin causar daños

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Casi seis horas sin gol impiden al conjunto coruñés rentabilizar su recién adquirida solvencia defensiva

01 dic 2019 . Actualizado a las 23:05 h.

Cuerda imaginó hace años todas las situaciones posibles y las enlató en menos de dos horas de película. Amanece que no es poco contiene, por supuesto, una escena de homenaje a la disparatada realidad del Dépor. Lo normal en una de las grandes obras del absurdo. Es a media función, cuando don Alonso, el médico, hace para Varela una crónica de la muerte de su padre: «¡Se te está muriendo divinamente, te lo juro! Puedes estar orgulloso. De los años que llevo de médico nunca había visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia».

Así se va yendo también el conjunto de Luis César. Con calma, sin dejar heridos. Casi seis horas lleva sin hacer daño. Ayer, en Lugo. Ni un reproche de la hinchada rojiblanca; tan exaltada hace seis meses durante la última visita, cuando quedó lleno el césped de futbolistas locales retorciéndose de dolor para ver si entre sus estertores se esfumaba el tiempo.

Esta vez no le hizo falta a los lucenses recurrir al teatro. No hubo enemigo más allá de un cabezazo de Mollejo. El resto fueron todo disparos al aire. Sin fuerza, sin dirección, con el pie malo... «No jugamos con un delantero centro puro», advirtió el autor de la propuesta. «Puse a Aketxe ahí porque prefiero que los dos más agresivos, más profundos, sean los de fuera». Y efectivamente, fuera, muy lejos de Cantero, concluyeron los escasos arranques coruñeses. Demasiado césped por pisar para Koné y Mollejo, cumplidores, eso sí, en el repliegue.

Puntas con el tiempo contado

Con la fase defensiva bien resuelta gracias al compromiso del tridente para embarrar las jugadas del adversario, la ofensiva pasa a un peligroso segundo plano por falta de fuelle. «Lo más normal es que los delanteros no jueguen 90 minutos», razona el míster para excusar el desgaste de sus hombres de ataque. Y el problema pasa a concentrarse en el ida y vuelta. No es necesaria sostener la entrega todo el partido, pero sí lo suficiente para doblar el esprint, de adelante hacia atrás y hacia arriba de nuevo, frente a unas marcas que esperan con piernas frescas. La superioridad es siempre de los zagueros, bastantes para taponar el chut lejano y negar el acceso al área tirando paredes. Para los centros faltan recursos (al cierre de esta edición no había vuelto a tierra el primer envío de Luis Ruiz) y receptores. De entre la segunda línea, solo Peru garantiza solvencia en el remate, pero está a otra cosa, como el resto.

«Hemos llegado bien pero las aproximaciones ventajosas en espacio y tiempo no se convierten en ocasión de gol», denuncia el técnico, consciente al menos de que «para ganar partidos hay que meter un gol más que el contrario». Falta identificar quién será capaz de hacerlo. En lo que aparece, se apaga el Dépor.

—¿Y él sufre?

—Por fuerza, seguro que sí, ¿no ves que se le está yendo la vida?