César Quian

08 jun 2019 . Actualizado a las 22:57 h.

Han pasado 42 jornadas de Liga en las que el Dépor ha ido de más a menos, con un buen sabor de boca final porque se logró entrar en play-off aunque fuera a costa de empatar en la penúltima jornada contra un Elche que no se jugaba nada, y ganar en la última a un Córdoba que llevaba semanas descendido.

Desde que comenzó la temporada, el deportivismo ha vivido en una permanente montaña rusa. Subidón inicial, con un Riazor que cada partido disfrutaba de una victoria; incertidumbre tras el primer tercio, ante el atasco mental que semejaban los blanquiazules; y desaliento en el tramo final con un equipo que estuvo cuatro meses sin ganar en casa, que vivió el despido de Natxo González y la llegada desesperanzadora de José Luis Martí.

Sin embargo, con el ascenso directo olvidado desde tiempo atrás, y pensando ya que la promoción parecía casi imposible, un gol de rebote del Extremadura al Cádiz volvió a meter a este Dépor en la lucha por el ascenso. El bueno partido de ayer frente al Córdoba sirvió para asegurarse esa plaza en el play-off y para recuperar la ilusión.

Porque, desde ahora, igual que el contador de tarjetas se pone a cero, también lo hace el de posibilidades. Lo sucedido hasta ahora de nada vale. Ni a favor, ni en contra. Las opciones se igualan y el Dépor ha de demostrar que realmente, como siempre se pensó, cuenta con la mejor plantilla de Segunda. Esa que se configuró con la suficiente amplitud y experiencia para llegar a esta situación con cierta ventaja.

PD: Sin los 51 puntos logrados con Natxo González (el 75 % del total), esta ilusión actual no hubiera sido posible.