El deportivismo se merece ahora un club mejor

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

28 may 2019 . Actualizado a las 23:36 h.

El Deportivo lleva demasiado tiempo a la deriva. Primero se encaminó por una cuesta abajo sin frenos que terminó con una deuda de 160 millones de euros y un club centenario convertido en el cortijo de Lendoiro; y luego, conseguida la resurrección de la entidad gracias a una brillante gestión económica, Tino Fernández fue incapaz de crear un proyecto ilusionante que conectase con el deportivismo.

Tan absurdo sería negar el milagro de reducir en casi 80 millones la deuda concursal en cinco años, como no señalar que el hilo conductor de su mandato fue la destitución de un entrenador tras otro, hasta terminar con el primer equipo en Segunda. Ahora, con el tercer tope salarial de la categoría, el Dépor necesita una carambola de resultados para conseguir siquiera jugar el play off de ascenso. Consumada su dimisión a la carrera, sin margen apenas para que se generasen alternativas solventes, tanto Paco Zas como Fernando Vidal trasladaron un mesaje prudente, bañado en altas dosis de continuismo, conscientes del poder accionarial que reuniría el presidente saliente en la junta. Ninguno fue tan ingenuo como para plantear una revolución que generase su rechazo y les descartase para la votación final.

Pero ahora le toca ver, escuchar y ejecutar. El fútbol no se entiende sin una mínima dosis de ilusión. Ninguna otra afición comprende mejor esta que el rigor económico resulta innegociable. Pero la modernización del club conllevó un cierto aislamiento del equipo de la gente. Riazor tiene derecho a la legítima esperanza de ver cómo se construye una plantilla duradera, identificarse de verdad con el equipo y divertirse en Primera.

Al nuevo presidente le toca agitar unas estructuras bañadas en un cierto triunfalismo, el mensaje de fondo que acompañó el discurso de despedida de Tino Fernández porque, como se encargó de repetir, cogió al Deportivo en Segunda y ahí lo deja.

Paco Zas se convierte en presidente en cierto modo gracias al respaldo del anterior. Así que ahora le conviene plasmar un proyecto claramente diferenciado, marcando distancias con Tino Fernández y devolviendo a Riazor un ambiente que tocó fondo en el importante partido contra el Mallorca, con apenas 13.500 personas en la grada. Un dato tan triste que no mitiga que el encuentro se jugase en el incómodo horario de un lunes. Un mensaje claro de que el deportivismo se merece a partir de ahora algo mejor.