Razones para el optimismo

TORRE DE MARATHÓN

Marcos Míguez

09 sep 2018 . Actualizado a las 23:27 h.

En la portería del Palacio de los Deportes debería estar prohibido suspirar para lanzar un penalti. Como a Djukic, a Didier Moreno le faltaba aire antes de levantar la vista y tirar manso. Y aunque dentro de unos días nadie recordará el fallo del colombiano ante el Sporting gracias al remate agónico de Pablo Marí, su tanto le habría ahorrado al Deportivo una noche de agonía contra un rival que rescató la versión más simplona de lo que toda la vida fue plantar un autobús delante de la portería. Tardó tanto el gol que al menos no hubo tiempo ni para que el equipo se echase atrás.

El Dépor hizo muchas cosas bien contra un rival de los que sirven para ir midiendo la impronta de la revolución de Natxo González. No sintió ni un raspazo del rival en la portería propia, se defendió con orden, profundizó en el estilo de posesión y pase que había apuntado en las primeras jornadas como visitante y generó peligro. Hasta que en los útlimos metros se le notaron las ausencias. Con Borja Valle, Quique González y Christian Santos fuera de combate, y con Cartabia y Carles Gil en el banquillo, faltó pegada. Se evidenció la diferencia entre la primera y la segunda unidad del ataque, nada extraño tampoco.

Tiene el Dépor buena pinta desde la línea de atrás. Cuatro tipos que hasta no habrían oído hablar el uno del otro hasta hace solo unas semanas, cada cual llegado de un sitio diferente. Y una imagen robusta suele ser el primer paso para conseguir un ascenso. Por delante, el Sporting fue incapaz de asocairse con una mínima lógica, como mareado entre las cuatro paredes del rombo. El descaro de Caballo, la clase de Duarte, el pase de Vicente, Bergantiños haciendo de Bergantiños... Razones para el optimismo. El Dépor volvió a ganar. Y Riazor dejó por fin de sufrir.