Espectáculo hasta en el adiós

TORRE DE MARATHÓN

Kai Försterling | Efe

Un extraño relevo de porteros marcó el último partido de la temporada, en el que destacó Mujaid

21 may 2018 . Actualizado a las 23:51 h.

Caparrós eligió la compañía de Lara para sus últimos minutos en el Pizjuán. Un extremo joven (18 años) y menudo (supera por un pelo el metro sesenta) que se había ido rodando durante el segundo tramo del campeonato en el Sevilla B. No había nada en juego, el encuentro con el Alavés estaba tan decidido como la posición de ambos al final del campeonato, pero el técnico de Utrera añadió otro debutante, de un rato, a su palmarés. Después salió al centro del campo, lloró, se señaló varias partes del cuerpo para ofrecérselas a la afición (omitió los testículos, tan manoseados ya en ruedas de prensa) y escuchó en éxtasis el «Caparrós te quiero» con el que la grada premió la séptima plaza que aseguró para el equipo. La misma en la que estaba el Sevilla cuando el entrenador llegó. A la Liga Europa con la hinchada en el bote y otro estreno de proyecto de futbolista para presumir.

Cuando Seedorf sintió que se escurría su tiempo, lejos ya de Riazor, también volvió la vista al banquillo, pero el señalado fue Tyton. Porque, ¿de qué otro modo concluir? ¿Optar por Fornos y regalarle un instante en Primera ahora que el Dépor se va? ¿Qué sentido tendría romper de ese modo una tradición? Cada vez que el conjunto coruñés ha alcanzado la última jornada sin nada (más) que perder, ha dedicado el partido a su hombre gol. No al hombre gol que los mete (o no), sino al que los recibe con generosidad. 61 en el 2016, 61 otra vez en el 17, y 76, nuevo récord, en el curso actual. Y si había sucedido ya con Pletikosa y Roef, ¿cómo evitarlo esta vez, cuando la carga de proteger la red ha sido mayor? Así que Seedorf hizo algo solo al alcance de unos pocos iluminados. Desdeñó otra muesca para su breve currículo y dejó sin premio el sacrificio del canterano, que se perdía el primer encuentro de fase de ascenso con el Fabril para apuntarse a un viaje que otros, más profesionales, desecharon emprender. Metió a Tyton y quitó a Koval, quien tampoco completó un encuentro a la segunda, aunque no tuvo necesidad esta vez de hacerse expulsar.

Como había ocurrido con el croata y el belga, la intervención del ucraniano infundió la sospecha de que la historia del equipo habría sido otra de haber contado el último meta con más minutos sobre la línea de gol. No transmitió la sensación de haber podido reducir la cuenta de tantos encajados, pero sí de que los habría recibido de una manera más original. Su gran parada, enorme, a un disparo malintencionado de Guedes, respondió a un error previo al sacar el balón. Como en aquel debut accidentado, Koval cerró varias veces la puerta sin darse tiempo de salir. Las prisas y los nervios, enemigos de cualquier portero, marcaron su actuación. Lastres propios de un jugador necesitado de empaquetar tres meses en el espacio de hora y media, o de un equilibrista con un tic. No fue de ayuda tener por delante a la pareja más desigual. En el centro de la zaga se juntaron el más joven y el mayor de la incómoda expedición.

Un 92 % de acierto en el pase

El veterano empezó corrigiendo un par de erratas al menor, que enseguida se vino arriba y convirtió el marrón de Mestalla en una cita para recordar. La del debut como titular de Mujaid. Al juvenil se le arrimó Rodrigo, espabilado mundialista que intuyó por donde podría flaquear el rival. Pero pinchó el delantero en el hueso de un chavalito respondón, que no solo acertó cuando el momento exigía anticipar, sino que secó a su marca cuando esta llevaba el balón en el pie, y atinó casi siempre en el turno de pasar. Buscó 27 veces al compañero, y en 25 ocasiones lo hizo bien. Nadie en su equipo afinó mejor.

En su primera titularidad, el riojano fue además la única baza por alto de los visitantes. Los balones colgados causaron estragos a la espalda del bisoño central, donde Zaza sometió a la fuerza a Luisinho y Navarro. También hubo falta de centímetros en punta y en las acciones de estrategia, la cabeza de Mujaid fue la única a vigilar. Así hasta que saltó al campo Adrián, que firmó la única victoria blanquiazul en los 16 duelos aéreos del encuentro. En el minuto 82, justo antes de que Seedorf volviese la vista al banquillo y sonriera a Tyton.