Seedorf tampoco es

TORRE DE MARATHÓN

LOF

Nada funciona en este Deportivo empeñado en enterrar cualquier esperanza

01 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Acabó el partido y Rubén se encaró con parte de la afición visitante, que concentraba en él su ira. El meta solo pidió una cosa: ser señalado por sus errores, no por falta de interés. Equivocaron el tiro quienes sumaban esa carencia a las de uno de los futbolistas que más está sufriendo desde el césped el frustrante curso blanquiazul. No hay abierto ningún concurso de deportivismo entre el plantel, pero habría sitio para el futbolista de Coristanco en el podio de la implicación. Trabaja en Abegondo para padecer en Riazor y en cualquier otro campo por el que pase un equipo a prueba de entrenador. La ascendencia del Seedorf jugador duró lo que la del Cristóbal héroe del Fabril o la del Mel renovado a punta de salvación. El holandés probó a ver si la falta de gol era cuestión de exceso de delantero, y tampoco. Destapó la cabeza, pero la manta encogió de repente, dejando al descubierto también los pies. El nuevo Deportivo no marca y ya encaja como el Dépor de siempre.

Quiso recuperar a Lucas aislándolo en punta, pero el delantero se rebeló contra su exilio y nunca pasó por allí. Eligió irse a dirigir el tráfico a una esquina, vaciando de referencias el área local. Ni la ocupó Adrián ni mucho menos Mosquera, cargado con el muerto de la mediapunta mientras Çolak, presunto especialista en el asunto, evitaba el chaparrón al abrigo del banquillo. A Bakkali se le acabaron pronto los fuegos de artificio y para cuando se consumió la pólvora belga, el conjunto coruñés descubrió que no había nada que celebrar. Que Krohn-Dehli no mejora lo que había, y que si acaso lo hace Muntari, la Liga avanza más rápido que la dieta y el ejercicio del ghanés. Que mantener a Bóveda de central zurdo con Sidnei ya recuperado no es ninguna idea genial. Que en nada se parece el fútbol de verdad y el de la consola, en el que correr en línea recta permite en ocasiones atravesar la defensa cerrada del rival.

Es muy injusto acusar de falta de implicación e ímpetu a Rubén, culpable de otros errores gruesos este curso, como lo sería obviar que unos metros por delante del meta blanquiazul cada balón rechazado acaba en pies del adversario, siempre mejor plantado sobre el campo, mucho más atento y voraz en esas segundas jugadas que llevan al Dépor camino de la perdición. Enfila el nicho, ya solo sostenido por la hinchada más fiel del campeonato, decidida a soportar cantando el funeral.