Lucas Pérez, el flechazo que enamoró Riazor

Pedro José Barreiros Pereira
pedro barreiros A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Abraldes

El fichaje de Lucas, que pisó el estadio por primera vez con 4 años, trasciende su valor como goleador

01 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Como en los cuentos, entre Riazor y Lucas hay un flechazo, un amor no correspondido, una floreciente primavera y un tórrido verano que no encuentra fin. Solo tenía 4 años, pero no lo olvidó nunca. La primera vez que Lucas acudió al estadio de Riazor, apenas podía subir las empinadas escaleras de la grada. En el césped se disputaba un Deportivo-Valladolid. No recuerda el resultado, ni los goles, ni siquiera los futbolistas que jugaron. Pero aquel día se le quedó grabado para siempre. Es este hijo pródigo retornado por segunda vez a A Coruña el que levanta de sus asientos a aquella misma hinchada de la que él formó (y sigue formando) parte. He aquí su rebelde fortaleza.

Pocos futbolistas de la Liga pueden presumir de haber sido primero hinchas y luego goleadores, de haberse abrazado a los aficionados antes que a sus compañeros de equipo, de haber anhelado con tanta pasión desde la distancia a familia, ciudad y equipo. Lucas, quien nunca había llegado a vestir la ansiada camiseta blanquiazul, es uno de ellos y esta singularidad quedó patente en cada carrera, en cada desmarque, en cada remate de los que protagonizó en dos temporadas inolvidables. Las que él había soñado cuando era tan solo un niño y que pudo gozar sorbo a sorbo más de veinte años después.

Todo comenzó hace tres cursos, cuando se sobrepuso a sus problemas de rodilla para relanzar al Deportivo y acabar marcando en el Camp Nou un auténtico golazo por su trascendencia y belleza. Nadie dudó entonces de que este chico de barrio, tan apegado a sus raíces que costaba imaginárselo jugando en un semidesconocido equipo ucraniano o mientras cruzaba el Mediterráneo para triunfar en Salónica. De allí lo tuvo que rescatar el Deportivo por mucho más dinero del que sus maltrechas finanzas aconsejaban entonces. Pero es que no fichaba a un delantero más, sino a alguien único e irrepetible. Ningún otro aúna tal amalgama de sentimientos, carisma, competitividad y condiciones como el goleador callejero, el que después de mil peripecias regresaba a donde siempre tendría que haber estado para sostenerlo en Primera.

Incluso económicamente. Porque la primavera de Lucas en esta época de consolidación y dudas en el Deportivo no duró más. Tras destacarse como uno de los más respetados futbolistas de la mejor liga del mundo, el pasado verano se marchó entre lágrimas al Arsenal y a la Champions por 20 millones de euros que entonces aliviaron las arcas blanquiazules, pero que aquel mismo día también abrieron la expectativa de su regreso. Su momentánea pérdida se convirtió en el adiós a algo más que los 24 goles que había anotado con la blanquiazul. Ni la docena de Andone durante el pasado curso, ni otra docena o más que el rumano pudiese llegar a marcar, hubieran cubierto el hueco que Lucas había dejado. Todos lo sabían, incluso una plantilla que, como si también anhelase su vuelta, respetaba este verano sin ocupar la recordada camiseta con el dorsal siete.

De una manera u otra, pero Lucas pasó esta última ausencia muy cerca, al abrigo del club de sus amores. El pasado curso, por culpa de la falta de oportunidades, la afición pudo abrazarlo muchas veces en A Coruña y hasta se frotó los ojos cuando volvió a verlo mientras se entrenaba en Abegondo al cabo de alguna lesión. Queda claro que el Arsenal se le atragantó y, si antes sus goles salvaron al Deportivo de dos descensos seguros, ahora es Riazor el que rescata la bandera de los últimos tiempos. La hinchada vuelve a abrazarse a un jugador inimitable, pero que aterriza picado en el orgullo, pero quizá falto de forma. Desde luego, su misión está clara: liderar el salto de calidad del Deportivo hacia la zona tranquila de la clasificación. Porque el amor, como el fútbol, hay que regarlo todos los días.

La llegada del coruñés, un empeño personal de Tino Fernández

«Hasta luego, hasta siempre», se había despedido Tino Fernández de Lucas hace justo un año durante el último acto del goleador antes de recalar en el Arsenal. La firme voluntad del presidente deportivista se ha revelado clave a la hora de explicar el ansiado retorno del delantero coruñés al club que es su casa. Cuando el pasado 19 de abril La Voz informaba de que Lucas y el Dépor se citaban para junio, Tino Fernández ya se aplicaba en desbrozar todos los caminos de retorno para un jugador al que nadie consideró nunca uno más.

El delantero coruñés, por el que el Arsenal pagó 20 millones de euros hace un año, disponía de todas las condiciones para convertirse en el abanderado del nuevo proyecto. Así era sobre el papel. Y el impulso del crédito facilitado por Abanca al final de la pasada temporada comenzó a hacerlo realidad. Claro que aún quedaban momentos de duda en los que el mercado apretaba. Instantes en que los deseos de ver a Lucas de blanquiazul parecían cuentos de la lechera en que todo se derrumbaba por querer abrazar un sueño imposible. Pero en la mayor dificultad, cuando la operación tomaba tintes de quimera y el club se jugaba quedarse sin ningún refuerzo en el ataque y hasta comprometer la temporada, el presidente deportivista se destacó como el más firme defensor de la llegada de Lucas y el más necesario colaborador de la lenta estrategia de desgaste marcada conjuntamente con el futbolista y su entorno. Finalmente, el empeño personal de Tino Fernández tuvo fruto. Lucas ya está aquí.