Las derrotas asedian a Garitano

Pedro José Barreiros Pereira
pedro barreiros A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Paco Rodríguez

Solo los buenos resultados podrían salvar al técnico, quien de solución se ha convertido en problema

20 feb 2017 . Actualizado a las 19:33 h.

Garitano, el entrenador de la solución, está pinchando precisamente por la falta de remedios que halla para revertir la preocupante situación del Dépor, que no gana en este 2017 y ya se encuentra a solo tres puntos de las posiciones de descenso. Centrocampista de toque durante sus tiempos de futbolista, hijo de entrenador y asesorado por un cuerpo técnico curtido en mil batallas, ha acabado por dilapidar el tiempo extra ganado desde su primera crisis. Después de aquella dolorosa goleada sufrida en el derbi de Balaídos, parapetó a la plantilla detrás de un juego en el que acabaron por primar las sensaciones antes que las realidades y, cuando aquellas no alcanzaban, tejió a su alrededor una peligrosísima telaraña de excusas (todas ya repetidas: despedida de sus mejores futbolistas, pifias arbitrales, baja forma de los refuerzos, hasta la imposibilidad de jugar en su estadio el último mes) que ha acabado por impermeabilizarla al paso de las jornadas y la escasez de resultados. El próximo compromiso del sábado (18.30 horas, beIN LaLiga) en Leganés dirá mucho sobre el devenir que aguarda al equipo coruñés, pero también podría escribir las últimas líneas de un técnico sin más salida que ganar.

Riazor, condescendiente, se había enfadado con el afán ultradefensivo de las primeras jornadas, pero también aplaudió el fútbol de toque y posesión, a ratos incluso llamativo, que alcanzó su cénit contra la Real, allá por diciembre. Desde entonces, las últimas plazas se han acercado y el juego deportivista, formal y ordenado, ha terminado por perder el alma, se ha estancado y su poso se ha revelado inocuo, ineficaz y, ya en las últimas jornadas, falto de competitividad. Pese a los poquísimos puntos sumados (nada más que 19 al cabo de 22 jornadas) y a la falta de resultados como visitante, el balance resulta aún más pobre en sus rivales por la permanencia. Precisamente esta circunstancia le ha dado un oxígeno que en cualquier otra temporada hace tiempo que se le habría agotado y habría provocado ya su despido.

Quizá todo comenzó mal desde el principio. Cuando llegó no fueron impedimento ni su incipiente bagaje como entrenador («he entrenado al Eibar, no al Madrid», se excusó el propio Garitano muchas veces), justo al contrario que Víctor Fernández, el primer perfil por el que se inclinó la directiva que preside Tino Fernández; tampoco se reparó en un inexistente pasado deportivista (al contrario que la que había sido su segunda apuesta, Víctor Sánchez). El acento se puso en su carácter pacificador, señalado como el que necesitaba de forma urgente un vestuario en llamas y que había salvado por los pelos la categoría. En una decisión arriesgada y cuya responsabilidad recayó en el director deportivo -«cumple muchos de los requisitos que queríamos. Es un entrenador de club. Un entrenador directo. Honesto. Con un cuerpo técnico experimentado», dijo Richard Barral entonces-, al entrenador vasco le está costando devolver la confianza depositada en él.

Una plantilla con más potencial

Es cierto que no dispone de ningún Bebeto ni de Valerón, ni tampoco dinero para ficharlos, pero todos, incluidos sus directos competidores, hablan de una plantilla por debajo de su potencial. Después de 26 partidos oficiales, Garitano apenas ha ganado cinco (cuatro de Liga) y estos malos resultados han mantenido al Dépor anclado a las últimas plazas. Tres derrotas seguidas han hartado a la hinchada y han dejado a la vista las vergüenzas de un equipo que desperdició una buena oportunidad de medirse en el espejo de un Alavés al que por condiciones y expectativas debería parecerse mucho más. Por el contrario, los coruñeses finalizaron el partido del sábado como si se tratasen del ejército de Pancho Villa, desordenados e incapaces de hacer frente a un adversario sin fisuras.

La paciencia y el tiempo de las pruebas se han agotado para Garitano, a quien le toca levantar al Dépor de su segunda crisis. Ahora, cuando quedan tres meses para el final, solo los buenos resultados podrían salvarle.