La batuta de Emre y el orgullo holandés

José M. Fernández PUNTO Y COMA

TORRE DE MARATHÓN

02 oct 2016 . Actualizado a las 15:13 h.

Emre Çolak despertó a Riazor del letargo. El turco, una vez más, ejerció de faro, de futbolista distinto, capaz de buscar por uno u otro lado, de dar pausa y, también, de sacar la falta que acabó en el gol de Borges o colaborar en la apertura que supuso el segundo. Riazor puede sentirse satisfecho de disfrutar de un jugador como Çolak, capaz por sí solo de romper el tono monocorde de un Dépor que de vez en cuando necesita agitarse y dejar de ser tan previsible.

Lo intentó durante los noventa minutos el hábil centrocampista turco, que pese a ser cosido a patadas dejó un par de maniobras para el recuerdo, y lo consiguió Ryan Babel en el tramo final. El holandés ya no es el futbolista explosivo y rutilante que tanto prometía un decenio atrás cuando apareció por Anfield, pero por lo visto ayer conserva -y eso, tal como están las cosas y las necesidades del Dépor, ya es una gran noticia- el amor propio y las ganas de reivindicarse para vencer el escepticismo que envolvió su llegada. Aunque todavía lejos de su mejor estado físico, el holandés leyó las necesidades de su equipo en ese tramo, puso cordura y veneno en los metros finales, buscó el disparo lejano -algo que solo Emre había intentado-, y marcó un gol espectacular, un tanto a la altura de un futbolista que, a sus 29 años, se niega a poner fin de manera anticipada a su carrera. Un tanto y tres puntos que, probablemente, justifican los apenas tres meses y medio de su primer contrato en A Coruña. Babel firmó la superioridad y regaló un triunfo que supone un alivio para un Dépor que huye de la parte caliente de la clasificación, supera a unos cuantos rivales directos y convierte en respirable el parón que se avecina. Tan meritorio como justo.