A Manuel Pablo lo mandan a la banda

Antón Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

El club y el cuerpo técnico lo convencen para que deje el fútbol y ejerza de enlace con la plantilla

08 jul 2016 . Actualizado a las 13:04 h.

Un mes después de que Fernando Vázquez llegase al Deportivo de La Coruña el técnico de Castrofeito planificó varias sesiones en los campos de Abegondo para valorar en profundidad el estado de su equipo. Entre otros ejercicios, programó, junto al preparador físico Manuel Pombo, una prueba de resistencia - el Intermittent Fitness Test- en el que los jugadores realizan 30 segundos de carrera y descansan 15. Parten a 8 Km/h y en cada ciclo completo incrementan la velocidad en 0,5 Km/h. Álex Bergantiños dijo basta cuando todavía quedaban dos hombres apurando el paso: Juan Domínguez y un lateral de 37 años. «Las ganas con las que trabaja y entrena todos los días son un ejemplo para todos», reconocía Salomão.

Aquella exhibición de Manuel Pablo (Arucas, Gran Canaria, 1976) fue, pese a que pasó desapercibida para la afición, probablemente uno de los últimos destellos de un futbolista al que ayer el club y Garitano convencieron para que se retirase, para que colgase las botas y se convirtiese el enlace entre las oficinas y la plantilla, su nueva dedicación a partir de hoy. «Se va un grande del Dépor y del fútbol», comentaba ayer Garitano poco después de que trascendiese la noticia: «Hemos hablado con él y hemos acordado que esto es lo mejor para su futuro en vista de los minutos que dispondría», confirmó el entrenador.

Probablemente, con el paso de los días, el hombre con el récord de temporadas enfundado en la camiseta del Dépor agradecerá que lo hayan mandado a la banda cuando todavía le quedaba una temporada de contrato y que deseaba cumplirla vestido de corto. Porque quizás el mayor defecto de una carrera repleta de buenos momentos fue no haber sabido cerrarla a tiempo.

Ni siquiera interpretó como una señal de que su adiós se aproximaba cuando sus reiteradas lesiones lo apartaron durante meses de las convocatorias, ni que su alma gemela, la persona con la que comenzó a salir del anonimato en el filial de la Unión Deportiva Las Palmas, Juan Carlos Valerón, también se hubiese echado a un lado; ni tampoco que un antiguo compañero en el costado derecho, Víctor Sánchez del Amo, se hubiese convertido en su jefe en la caseta; ni que todo estuviese preparado para brindarle una cariñosa despedida en el partido que el Dépor y el Real Madrid disputaron en Riazor para clausurar la campaña pasada y donde un disparo de Manuel Pablo casi se celebró como un gol. No escuchó a nada. Aquella fiesta no iba con él.

Nunca escondió que la idea rondaba por su cabeza, pero en su universo jamás terminaba de concretarse. Solo se precipitó cuando le explicaron que el paso era un simple formalismo: de una forma u otra, ya no iba a jugar. En ese instante Manuel Pablo se dio cuenta de que ya no era aquel ciclón que aterrizó en Coruña en 1998 como complemento al fichaje del Turu Flores, ya no era el del título de Liga, el del 4-0 al Milán, el de la remontada al PSG, por el que el Real Madrid llegó a ofrecer 8.000 millones de pesetas (48 millones de euros) el que demostró una determinación de hierro cuando se recuperó de una rotura de tibia y peroné en el 2001 durante un derbi contra el Celta que lo apartó del Mundial de Japón y Corea, y, mucho menos, el que se marchó por primera vez de vacaciones sin sus padres a Lanzarote con Juan Carlos Valerón.

Lo paradójico de Manuel Pablo es que no se había cansado de responder a la pregunta de si lo iba a dejar. Se había transformado ya en un ritual desde hace más de ocho años cuando dijo por primera vez que seguiría hasta que las piernas lo acompañasen. Era tan habitual como la constatación que recibe cada vez que hablan con él desde su tierra: «No has perdido el acento». Manuel Pablo parece de los de Luis Suárez -el único Balón de Oro español-, que se marchó con 19 años de Galicia y no sólo no se desprendió del soniquete con el que aprendió a hablar, sino que en Barcelona e Italia lo fue perfeccionando de la misma manera que si hubiese vivido todos estos años debajo de la torre de Hércules. «Eso nunca se olvida. Sirve para recordar», afirma Suárez.

Otro de los ritos era que Manuel Pablo llevase la voz cantante en el vestuario del Dépor. En los últimos meses protagonizó algún que otro resbalón desde esa posición. El más sonado cuando pidió públicamente una sanción para Luisinho. Dio la impresión que, además de ignorar que su sitio ya no estaba sobre la hierba, había extraviado el mandamiento de que los trapos sucios se lavan de puertas para dentro. Hoy comienza otra etapa. Borrón y cuenta nueva.

Los números del lateral

471 partidos con el Deportivo. El segundo en la historia del club por detrás de Fran, que llegó a acumular 550.

18 temporadas en A Coruña. Récord absoluto del club blanquiazul al que llegó procedente de Las Palmas en 1998.

4 títulos para su palmarés. Participó en los éxitos de la entidad. Ganó una Liga, una Copa y dos Supercopas.