Este sábado el Camp Nou vio a un equipo con personalidad que supo rehacerse de un 2-0 en el estadio más complicado de la Liga. Algo que está al alcance de muy pocos. Aparte de mantener la fe hasta el final, el Deportivo demostró confianza absoluta en una manera de enfocar los partidos. El conjunto blanquiazul dio prueba de tener unas señas de identidad muy definidas. El Barcelona te obliga a alternar tu propuesta y Víctor Sánchez supo hacerlo sin renunciar a sus principios.
A este Dépor no le falta tampoco un referente claro y supo aprovecharse una vez más del estado de gracia en el que sigue Lucas. Apareció en el momento más necesario para meter al equipo en el partido. Pero más allá de eso, el mérito estuvo en la sobriedad defensiva. No se le dieron al Barça metros a la espalda de la zaga, salvo en la acción del gol anulado a Suárez. Se controlaron muy bien los tiempos para cada fase del partido.
Me quedo con eso, con que el conjunto coruñés sabe a lo que juega. Tiene las ideas muy claras. Es, en definitiva, un equipo en el más amplio sentido de la palabra. El entrenador ha conseguido que todos estén implicados y que no bajen los brazos. Ha construido un grupo solidario en la presión que no necesita defender cerca del portero. Que arriba es muy vertical y aprovecha la velocidad de gente como Lucas. Un Deportivo con el sello de su técnico y la confianza total de la plantilla.
Esta claro que se ha sabido aprovechar el trabajo de pretemporada y la confección del plantel siguiendo unas directrices que le permite adaptarse a la propuesta más adecuada. El error ahora sería adelantar el salto en los objetivos. Olvidar que la meta está en cerrar cuanto antes la permanencia. Más adelante se podrá soñar, pero ahora hay que mantener la humildad con la que se trabaja siempre. Con la idea de «partido a partido» no hay ningún reto excesivo. Y eso que cuando arrancó la liga ni los más optimistas se podrían esperar estar en este punto después de quince jornadas. El contar con un equipo capaz de competir con cualquiera.