El derbi fuera del matadero

Miguel Piñeiro Rodríguez
Miguel Piñeiro EL CONTRAGOLPE

TORRE DE MARATHÓN

18 feb 2015 . Actualizado a las 09:45 h.

El derbi gallego regresa a Riazor con etiqueta de Primera casi dos años después de la última vez. Aquel 15 de marzo del 2013, el Deportivo recibía al Celta como la ternera que entra en el matadero: preparado para un disparo de aire entre los ojos que certifique la muerte del ejemplar. El equipo coruñés era colista, había ganado sólo 3 partidos en dos tercios del campeonato, había consumido ya a dos entrenadores y acababa de estrenar el tercero. 

Acudí a aquel partido como espectador. No había mayor temor en el ambiente que una derrota ante el Celta a modo de última palada de tierra sobre la caja. No venía en su mejor momento el equipo celeste pero el miedo estaba ahí. Luego llegó la expulsión de Aspas y después el torpedo insospechado de Silvio, y Riazor olvidó las penas de una temporada desastrosa. Pasó la grada a gritar «Sí se puede» (refrendado desde la bancada visitante con la apostilla «...desaparecer») más como plegaria que como grito de convicción, subida la afición coruñesa a la ola de optimismo que proyectaba Fernando Vázquez, por mucho que la salvación sonase a quimera. 

Aquel equipo estuvo cerca de sobrevivir al desastre deportivo de todo un año y al caos institucional. El derbi de esta temporada es bien distinto. El Dépor está fuera del descenso y en el mejor momento del torneo. Afronta el choque contra el Celta con la perspectiva contraria a la del 2013: no como la amenaza de una derrota definitva a manos aún encima del rival más enconado, sino como la promesa de un triunfo moral y práctico, muy cercano a la permanencia. 

La mirada psicológica con la que puede encarar el Deportivo el derbi es casi contraria a la figura que proyectaban los entrenadores implicados en las últimas citas. Cuando Fernando Vázquez gozaba de todo el favor de la masa crítica y ejerció de motivador inmejorable, Víctor Fernández partió de una nota baja, empeoró hasta casi quedarse sin trabajo y ahora está en una situación de normalidad. Nunca ganará el concurso de popularidad del instituto, pero al aragonés ya se le reconoce su mano en el mejor Deportivo de la Liga: pocas figuras como la de José Rodríguez (un futbolista maleable tanto en lo mental como en su formación futbolística) para explicar el trabajo del entrenador deportivista.

En frente, un Celta que ante el Atlético de Madrid recuperó las brillantes sensaciones de la primera vuelta de la Liga, hasta que la maldición de la victoria en el Camp Nou amenazó con tronzar el proyecto Berizzo. El rutilante fútbol de Orellana, Krohn Dehli y Nolito pasa a ser la principal amenaza para el Deportivo, lejos de las implicaciones que traería una derrota, como sucedía en el 2013. Dos equipos en nota alta para una fiesta de consecuencias mucho menos dramáticas que la última, hace dos años.