Fútbol en los genes del Cabecinha

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El entorno familiar de Sidnei, lleno de futbolistas, favoreció su rápida progresión

14 ene 2015 . Actualizado a las 15:18 h.

Antes de viajar a Lisboa, Sidnei le regaló a su madre la suscripción a un canal de cable en el que pasaban los resúmenes de los partidos del Benfica. Pensó que quizá así doña Gladis Terezinha soportaría mejor la ausencia de su hijo. Pero las imágenes enlatadas del pequeño de la familia Da Silva no fueron consuelo suficiente para la señora, que en declaraciones al diario portugués O Jogo reconocía haber llorado varias veces por la falta del chico: «Tenho muitas saudades do meu filho».

Una saudade que hoy (más de seis años han pasado) todavía asalta al propio central blanquiazul. Aunque la asuma con mayor entereza que en aquel primer contacto con las águilas. «Me vine sozinho», recuerda ahora Sidnei, al que suavizó el aterrizaje la coincidencia de idioma y la legión de brasileños que aglutinaban entonces los encarnados. Especialmente, la presencia de Luisao, un espejo para el chaval de Alegrete. «A él le agradezco muchísimo todo lo que me ayudó y me enseñó -apunta el futbolista del Dépor-, estuvo muy pendiente de mí. Y también David Luiz; así fue mucho más fácil».

Un dúo de compatriotas que curiosamente acabaría por obligar al recién llegado a volver a hacer las maletas. Pero avanzar hasta ese adiós temporal al estadio Da Luz supondría quemar varios capítulos en la historia deportiva de Sidnei. Un ejemplo de precocidad y fe en sí mismo, el del Cabecinha.

A la capital con doce años

«Le puso así un vecino nuestro, amigo de la familia, porque cuando era niño tenía la cabeza muy pequeña. Y luego le quedó y se lo empezaron a decir en el Flamengo (el equipo de Alegrete en el que jugó al fútbol sala)». Roberta, la hermana del futbolista, atendía ayer por teléfono a La Voz y explicaba de dónde salió un apodo que acompañó al jugador cuando, todavía niño, firmó por el Internacional de Porto Alegre. La temprana mudanza (con solo 11 años) desde la pequeña ciudad a la capital del estado culminaba una primera fase de aprendizaje tutelada por el padre del chico (Sidnei Rechel sénior) y por esa legión de tíos que le predestinaban a triunfar en el balompié.

Porque el central, que también ejerció de delantero en sus inicios, cuenta en el núcleo familiar más cercano con tres futbolistas profesionales. Los dos más próximos, Tia Joana y Renato, dejaron huella en el Gremio. «Él siempre estuvo ligado a Renato, aunque quien de verdad se preocupó de que mi hermano pudiera jugar al fútbol fue mi papá», relata Roberta. Ella, como sus dos progenitores, ahora separados, se hizo profesora de Educación Física. Pero a Sidnei júnior no le iban los estudios. «Estaba todo el día con la pelota, era de los que rompía cosas en casa a balonazos», ríe la chica cuando recuerda.

«Desde pequeño todo lo que me rodeaba era fútbol. No tenía sentido seguir otro camino», reconoce el zaguero. Aquellos años no solo definieron su perfil deportivo, sino también una personalidad inalterada hasta la fecha. «Siempre fue un muchacho muy callado, no le gustaba nada llamar la atención», reconoce Roberta, que suma otros adjetivos a la descripción de su hermano menor: «Es humilde, trabajador, educado y tranquilo». Eso, hasta que suena la samba, porque «le encanta el carnaval». El jugador se confiesa apasionado de ese tipo de música y afirma extrañar el gran festival brasileño. «Aunque con el tiempo ya estoy acostumbrado a verlo por la tele», apunta.

Se hizo bien pronto a asumir las distancias y a sacarles partido. En el Inter explotó bajo la supervisión de técnicos como Marcelo Estigarribia, ahora al frente del modesto Canoas. «Fue el entrenador que más me marcó», destaca Sidnei, que no tardó en llamar la atención de los responsables de las categorías inferiores de la Canarinha. Con la sub17 jugó la final del Mundial, formando al lado del hoy madridista Marcelo (que fue expulsado en aquel partido). El encuentro acabó en título para México, que venció 3-0, pero no cortó la progresión del Cabecinha que fue ganando crédito en su club de Porto Alegre hasta asentarse en la titularidad con solo 17 años.

Progresión en feliz compañía: la de Pato. El ex del Milan compartió primero residencia y después piso con el jugador del Dépor. «Iban siempre juntos», recordaba hace unos años en O Jogo el emblemático jugador interista Indio, que formó dúo de centrales con Sidnei en los inicios como profesional del de Alegrete.

Cinco millones por su fichaje

Poco tardó el chaval en cambiar de pareja, porque al Benfica le cautivó el fenomenal desempeño del fornido defensa, que solo tenía 19 años cuando los lisboetas pagaron cinco millones de euros por la mitad de su pase.

Una operación, a través de la todopoderosa Gestifute, que el joven comenzó a rentabilizar de inmediato. «Mi primer año fue muy bueno. Lo jugué todo al lado de Luisinho», resumía ayer. Luego llegaron los reveses: «En la siguiente temporada, David Luiz pasó al puesto de central y yo me concentré en esperar mi oportunidad». Las águilas se llevaron la Liga y la Copa en aquel curso (el 2009-2010), pero Sidnei apenas jugó diez partidos a las órdenes de Jorge Jesús. El técnico se mantuvo al frente la siguiente temporada, y aunque el zaguero brasileño tuvo más protagonismo, la confianza del míster no colmó la ambición del futbolista: «Cuando me di cuenta de que necesitaba minutos, me fui a Turquía». Regresó al año, pero ya no tenía sitio en los encarnados, e incluso probó el filial. Allí conoció a Helder Cristovao, emblemático central blanquiazul. Reconocimiento al que ahora aspira el Cabecinha. La sangre pesa.