Hace treinta temporadas los madrileños dejaron al Deportivo en Segunda
06 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Ni el penalti de Djukic, ni la semifinal de la Copa contra el Valladolid, ni la semifinal de la Champions contra el Oporto. Si una decepción ha marcado al deportivismo a lo largo de su historia esa fue el partido contra el Rayo (1-2). Aquel que tuvo como triste escenario el estadio municipal de Riazor un 22 de mayo de 1983 que comenzó con sol y acabó con lágrimas. Fue, para muchos, la jornada más triste que vivió el deportivismo. Una puñalada trapera de la que tardaría años en recuperarse.
Pero la historia de este frustrado ascenso del que se cumplen 30 temporadas no se fraguó en aquel fatídico partido contra el Rayo. El drama se coció desde una semana antes, preparando el encuentro contra el Linares. Con el Murcia ya campeón, Mallorca, Cádiz y Dépor se jugaban el ascenso. En la penúltima jornada, los gallegos visitaban al Linares y los baleares recibía al Cádiz. Un triunfo mallorquín y un empate coruñés ascendía a ambos, además de salvar al Linares. José Manuel Traba recuerda el pacto alcanzado con los jienenses.
Empate pactado en Linares
«Durante la semana hubo división en el equipo. La mayoría querían pactar el empate, pero otros no. Yo fui uno de los que inicialmente se opuso. Pero, al final, llegamos a un acuerdo y no recuerdo bien si fue entre los delegados o entre algunos excompañeros, pero el caso es que pactamos las tablas. Al fin y al cabo, si fallaba el Mallorca, todavía nos quedaba la bala de empatar contra el Rayo en Riazor. El partido fue una vergüenza. No pasábamos del medio del campo», recuerda el exdelantero blanquiazul.
Y lo inesperado sucedió. El Cádiz venció en el Sitjar y esto obligaba al Dépor a empatar una semana después contra el Rayo.
A Coruña vivía un ambiente festivo. Un mayo caluroso que se preparaba para que un joven socialista, Francisco Vázquez, tomara el bastón de mando de María Pita. El acto estaba programado para el día 23. Un día antes, Riazor era un hervidero.
«Notabas el ambiente por la calle. Durante toda la semana había mucha alegría. Nadie pensaba que no fuéramos a conseguirlo. Teníamos un gran equipo», recuerda Piña.
Para Ballesta aquel Dépor del año 1982 era comparable por su fútbol al Superdépor. «Teníamos un medio del campo sensacional. Jugábamos muy bien y marcábamos muchos goles (fue el segundo máximo goleador de la categoría», recuerda.
Rumores de tongo
La semana estaba animada pero fue dura para los deportivistas. Los rumores corrían por la ciudad. «Unos decían que el árbitro (Castilla Llanes), que afrontaba su último partido, estaba comprado. Otros, que no queríamos subir, porque muchos futbolistas se irían a la calle. Ni una cosa, ni la otra. Es más, antes del duelo, el presidente Corzo bajó al vestuario y nos dijo que si ascendíamos, quedábamos todos automáticamente renovados. Luego tuve que escuchar que nos habíamos dejado... Pero cómo paras eso».
El que se sospechaba que se jugaba dinero era el Rayo. Por eso, los blanquiazules insistieron a su presidente que hiciera algo. «Con ellos venía Morón, que había jugado con nosotros un año. Le debían dinero y le dijimos al presidente que por favor le pagara para que no nos la liara». El ahora ojeador del Rayo no recuerda la deuda, pero se ríe cuando oye hablar de la prima: «Yo no la cobré, pero quién soy yo para hablar por el resto».
«Casualmente 4 futbolistas Rayo (García Castro, Aguilar, Mora e Izquierdo) militaron al año siguiente en el Mallorca», explica Ballesta. Pero fuere como fuere, el Rayo se aprovechó del nerviosismo coruñés. Marcó dos goles y se defendió. El final fue un quiero y no puedo gallego mientras el Mallorca aguardaba sobre el césped del Bernabéu (había ganado al Castilla), el desenlace de Riazor. Los minutos pasaron (más de 7 añadió el árbitro) y Riazor enmudeció. El Dépor seguiría en Segunda.