Dos de la madrugada de un día de semana. El jurado de MasterChef paladea el fondo de mar con marisco y el milhojas de cheesecake tropical que determinan quién es del ganador de su edición Celebrity. Sin tiempo para la digestión, pocas horas después las tostadoras españolas empiezan a calentar el pan para acompañar los primeros cafés de un largo día. A la última final del concurso de cocina se le juntó la cena con el desayuno o tal vez era un ensayo para una futura expansión hacia Los desayunos de TVE. Faltan almuerzos moleculares en MasterChef y con estos horarios ya sabemos por qué.
El proyecto de Fátima Báñez para que los españoles salgan del trabajo a la seis recuerda al que tuvo hace un año TVE, cuando, sensibilizada con la racionalización, adelantó su prime time a las 22 horas. Todo el mundo lo aplaudió, pero los datos de audiencia tocaron fondo. Ahora la cadena pública se ha sumado a la corriente con Hora punta, un espacio que, como ocurre en los otros canales, ha ido retrasando paulatinamente la verdadera hora punta.
Algo pasa cuando el momento estelar de la programación, ese que al menos cuatro millones de personas ansían ver, llega a las dos de la mañana. Porque las cadenas seguirán colocando sus mejores programas a la hora en la que el público enciende el televisor y solo dejarán de hacerlo cuando apriete masivamente el botón de off.