Bailad, malditos

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

TELEVISIÓN

09 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo intentaron una vez más. Vendernos la historia de la persona anónima que con su esfuerzo y los polvos mágicos de las ondas catódicas veía recompensados años de esfuerzos, de caer y volver a levantarse. Su talento se vería reconocido y todos los veríamos a través del cristal de la admiración. Otro talent show para llenar las parrillas televisivas. Otra cenicienta a la que le encaja el zapato de cristal. Otra historia de superación. Bailad, bailad, malditos, nos susurraban las ondas catódicas al son de la cabecera de Top Dance. Pero en este mundo líquido, en el que hasta las personas, las relaciones y los sentimientos se han convertido en objetos de usar y tirar, nosotros, desde la comodidad de nuestro sofá, dijimos que no. Nuestros pies no se movieron al son de la escuela de sueños que son los programas de talento. La relación fallaba. Se perdía la química y decidimos coquetear con esa expareja que nunca se va del todo. Aparecimos en la nueva casa de Bertín Osborne intentando recordar otros tiempos. En un intento a la desesperada, como esas segundas partes que nunca son buenas tras una ruptura, pusieron el show a bailar. Pero el feng shui de la programación tampoco funcionó. Y a pesar de que las noches de los viernes siempre parecen prometedoras y las historias de superación empezaron a competir con el mito erótico de millones de espectadores, la historia se iba al traste. Sálvame, gritaban los concursantes esperando un milagro que les devolviese la felicidad. Pero es hora de aprender que los milagros no ocurren. Cuando la química lleva a la dinamita, lo mejor es cancelar. En la televisión y en la vida. Y que te vaya bonito. Por higiene mental.