A la caza del escritor en la Unión Soviética

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA VOZ | MADRID

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RAQUEL P. VIECO

Vitali Shentalinski reconstruye y rescata las biografías de grandes autores a los que el régimen comunista represalió, a veces con la muerte, y quiso condenar al silencio

17 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Hasta 1989 la Liubianka, sede del siniestro KGB, había estado cerrada a cal y canto a los estudiosos independientes. Sin embargo, los aires de libertad que trajo la perestroika permitieron a Vitali Shentalinski convertirse en el primer investigador que entraba en esos «archivos del terror», en busca de materiales sobre los escritores represaliados en la época comunista. «La puerta se entreabrió, aproveché esa pequeña grieta y logré hacer una incursión en un archivo único en la historia de la humanidad, aunque fue totalmente insuficiente», relata este poeta siberiano nacido en 1939. Shentalinski confiesa que durante los tres años que trabajó «siempre con prisas, temiendo que se cerraran las puertas». Y así fue en 1993, hasta ahora. Tras rastrear como un emocionado sabueso, Shentalinski rescató manuscritos perdidos, informes clasificados y documentos secretos, Reconstruyó los kafkianos procesos, las torturas, la fabricación de pruebas y las trágicas y grotescas autoinculpaciones que arruinaron las carreras y las vidas de grandes escritores que el poder soviético quiso borra de la faz de la tierra para siempre. De esta forma aportó luz a las biografías de figuras de la talla de Bábel, Bulgákov, Mandelstham, Platónov, Ajmátova, Tvsietáieva o de Gorki, el intelectual del régimen y fundador del realismo socialista, al que Stalin nunca perdonó que se negara a escribir su biografía. Fruto de su trabajo son los tres tomos que está publicando Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, primero Esclavos de la libertad, ahora Denuncia contra Sócrates y en el 2007 Crimen sin castigo. Desmemoria histórica La lección que extrae de su trabajo es que «Rusia padece de una enfermedad crónica peligrosa que es la desmemoria histórica, que le lleva a repetir los errores del pasado». Así, dice, «en la URSS de Stalin se asesinaba en masa; en la Rusia de Putin, que es la consecuencia de esa desmemoria histórica, se hace de forma selectiva», en alusión al asesinato de la periodista Politkovskaya. «El problema es que en Rusia no hemos tenido nuestro Nuremberg», afirma. En ese sentido, considera sus libros como «una medicina contra esa enfermedad». Pero no muy eficaz, ya que «la conciencia rusa está deformada, traumatizada, hay parientes de los represaliados que dicen que no leen mis libros porque no soportan más dolor». La represión de los escritores comenzó nada más triunfar la revolución bolchevique. «Lenin creó un Estado terrorista. En ciertos aspectos Stalin no fue más que su continuador», afirma. Pero el georgiano -«un genio del mal»- fue un alumno mucho más que aventajado, que se esforzó en la tarea de exterminar escritores. «Stalin leía mucho, seguía muy atentamente la producción de muchos escritores, porque entendía el gran papel que jugaba la literatura en la URSS. Era su gran rival para captar las mentes de los soviéticos y al enemigo hay que conocerlo bien», afirma. «Los escritores eran la autoconciencia de la nación, un auténtico segundo poder a falta de un Parlamento», asegura. Aunque la represión a veces parecía arbitraria, tenía una lógica: «Era que nadie podía estar libre del peligro, nadie podía dormir tranquilo, crear la impresión de un terror total».