GIRO AL INFIERNO

EDUARDO GALÁN

TELEVISIÓN

28 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

«Tienes talento, pero el mundo está lleno de gilipollas con talento», le dice Josh Lucas a Sean Penn, su hermano en la ficción de El peso del agua. Algo parecido escribió un santón de la crítica americana sobre la interpretación del actor en Corazones de hierro. El carácter violento de Penn tenía muchos enemigos en el Hollywood de los 90. Esa es la única explicación para que la Academia no le haya premiado todavía con un Oscar, siendo uno de los mejores de su generación. En El peso del agua interpreta a un escritor ahogado en alcohol, como su admirado Dylan Thomas, naufragando en la tempestad de un carácter destructivo y nihilista, luchando contra «la pérdida, el abandono y la castración». Ayer mismo, Penn era un actor juvenil y vitalista, ahora ha envejecido repentinamente y sus últimas creaciones son cada vez más atormentadas, orientadas en un desesperado y algo kafkiano Giro al infierno. Su llanto desamparado y beodo de Hurlyburly, entre vómitos y solicitudes de felaciones a Meg Ryan, es una de las secuencias claves de la interpretación americana contemporánea. Un certero resumen de una generación machacada por el triunfo rápido, el dinero y el vacío. Penn mendiga cariño como un niño viejo y, en un brillante monólogo, se caga en presentadores y políticos, que lo deciden todo desde un despacho, sin saber nada de la gente. La transformación física es brillante: la cara semeja una patata, una máscara deformada por años de confusión. Un genio inseguro Estos personajes heridos y nihilistas tienen un fantástico complemento agridulce en el neurótico guitarrista de los años 30 que encarna en Acordes y desacuerdos. Este es, de nuevo, como su registro de la vida real, un genio inseguro, siempre en busca del reconocimiento y con miedo a competir. Inolvidable cuando el músico explica que no graba discos para que no le copien. Una paranoia coincidente con declaraciones del actor, en las que dice odiar el vídeo casero porque la gente puede juzgarle, una y otra vez.