Habla el personal de enfermería que ha inyectado más de cuatro millones de vacunas contra el covid-19

C. CORTÉS
R. DOMÍNGUEZ
PABLO VARELA
Periodista en La Voz de Carballo. Puedes contarme tu historia o sugerirme una a través de este mail: pablo.varela@lavoz.es

En ocho meses exactos inyectaron cuatro millones de dosis de las vacunas contra el coronavirus: en los centros de salud, en los hospitales, los grandes recintos habilitados e incluso a domicilio. El personal de enfermería del Servizo Galego de Saúde, de manera voluntaria y en muchos casos compatibilizando la tarea con la atención diaria de su consulta habitual, se ha convertido en pieza clave de una campaña que le ha salvado la vida a cientos de personas en Galicia y evitado la hospitalización de varios miles, convirtiendo a la comunidad en la segunda de España después de Asturias con el porcentaje más alto de población protegida contra el covi.

Cristina López, Monforte

«Hainos que veñen con algo de medo, pero veñen»

Cristina López, enfermera que trabaja en el centro de vacunación de Monforte de Lemos
Cristina López, enfermera que trabaja en el centro de vacunación de Monforte de Lemos CARLOS CORTÉS

Cristina López forma parte del equipo de cinco enfermeros del centro de vacunación de Monforte. Ella y sus compañeros llevan pinchando vacunas desde el 28 de diciembre. Probablemente hayan superado ya las 40.000 dosis, en un distrito sanitario que no llega a los 50.000 habitantes. Ella y sus compañeros son todos voluntarios y el trabajo les gusta, aunque les haya obligado a acostumbrarse a horarios distintos a los habituales y mucho más flexibles. Desde sus puestos, el ruido antivacunas apenas se oye. «Hainos que veñen con algo de medo, pero veñen», asegura.

A esta enfermera monfortina le parece que las reticencias a vacunarse estaban más en la calle antes de que empezase el proceso y en sus primeras fases. «Dáme a sensación de que ao principio había máis xente que tiña dúbidas», explica. Los que se niegan a vacunarse en estos momentos, asegura, son muy pocos. Si no se ponen todas las dosis programadas a diario es casi siempre porque los convocados no llegan a ver la cita que el Sergas les manda a sus teléfonos. Las razones de los que no se presentan a la primera las conoce porque ella y sus compañeros se ocupan de llamarlos uno por uno por teléfono al final de cada jornada. Cuando consiguen localizarlos, les piden que se acerquen allí en cuanto puedan, que los esperan. «Trátase de que non sobre ningunha vacina», explica. De ahi que sus horarios sean forzosamente flexibles, no tanto con la hora de entrada sino más bien con con la de salida.

El proceso de vacunación está ya próximo a terminar, pero esta enfermera llama a todos a mantener la precaución. Monforte vive estos días un brote especialmente intenso de covid-19, que afecta sobre todo a los jóvenes a los que todavía no les ha dado tiempo de recibir la pauta completa de la vacuna. Así que a la pregunta de si se sigue enfadando cuando ve noticias sobre contagios masivos por culpa de incumplimientos de las normas de prevención de contagios dice que sí, que por supuesto: «Indígnome co que vexo pola tele, e máis aínda coas que vexo a veces pola rúa ou no supermercado».

Karin Meier, A Coruña

«Llevo seis meses vacunando, a razón de 100-150 al día... ¡echa cuentas!»

Karin Meier, en Expocoruña
Karin Meier, en Expocoruña CÉSAR QUIAN

Esta semana estuvo en Expocoruña con los pequeños de 12 años, que, por cierto, «se portaron genial», dice. Pero Karin Meier ha tocado todos los palos. «Estoy vacunando desde febrero, en todas partes, domicilios, el Chuac, Oza, centros de salud», cuenta esta especialista en enfermería familiar y comunitaria. Antes del covid, su destino eventual era Rayos del Hospital A Coruña, aunque ahora está centrada solo en pinchar. «Llevo seis meses vacunando, a razón de 100-150 al día... ¡echa cuentas!», dice sobre cuántos están hoy más protegidos gracias a su trabajo. No sabría tampoco decir qué puesto prefiere para inyectar tranquilidad, ya que «de la campaña de la vacuna me gusta todo, todo es importante, todo es útil y la inmensa mayoría de la gente es muy muy agradecida», recalca

Hacer lo que hace le ha aportado mucha satisfacción y «anécdotas como para escribir un libro». No olvidará, por ejemplo, «a una chica superemocionada que se echó a llorar, estaba deseando que le tocara, igual había perdido a alquien, puede ser», piensa Karin, que destaca de igual forma los buenos momentos que le regalaron los más mayores. «Te preguntaban ‘¿esta é a boa?’ y algunos venían muy asustados, pero después de ponérsela ya se iban más tranquilos y te decían ‘non me doeu nada de nada’».

Esa labor más allá de pinchar, la de hablar y tranquilizar, es una de sus tareas preferidas. «Algunos, los menos, a lo mejor entran enfadados, pero al hablar con nosotras casi siempre les cambias la perspectiva», explica. Algo que, está segura, agradecen la mayoría de los que pasan por sus manos. «Emociona leer los mensajes que nos dejan en las urnas y tablones, hay gente que ha perdido a algún familiar y nos trae cartas, los dibujos de sus niños, de sus nietos..». Karin seguirá a pie de jeringuilla hasta cuando haga falta, porque «lo que queremos es que se vacune todo el mundo y acabar con esto cuanto antes», concluye. Cuando así sea, «volveré a mi puesto, a seguir trabajando encantada, aprendiento cosas cada día», concluye la vocacional enfermera.

Estefanía Casal, enfermera en el área sanitaria de Ourense

«Estoy contenta, porque la vacuna permitió ir viendo una luz»

Estefanía Casal, enfermera en el área sanitaria de Ourense
Estefanía Casal, enfermera en el área sanitaria de Ourense BRAIS LOUREDA

Este jueves, el hermano pequeño de Estefanía Casal, enfermera en el área sanitaria de Ourense, dará el penúltimo paso de la familia para la inmunización contra el covid-19 de todos sus miembros. «El resto ya estamos vacunados y solo queda él. Y los menores, al ver que sus padres y sus amigos también participan, se lo toman de otra manera y hacen piña», dice.

Tras su mascarilla se intuye una sonrisa, una celebración simbólica por esa citación a su hermano, de catorce años. A inicios de febrero, Casal fue reclamada para su formación de cara a posibles sustituciones o cobertura a los equipos de vacunación. «Y a partir de ahí, cuando nos necesitaban o había desplazamientos a las residencias, nos avisaban para ir al CHUO u Expourense», explica.

Casal habla de «sensaciones encontradas» al relatar su experiencia personal desde que comenzó la pandemia. Al principio, por la escasez de medios, lo pasaron mal. «Pero al final, fuimos haciendo grupo entre nosotros y la familia también nos apoyó. Con eso puedes sobrellevarlo», razona.

Ha pasado un año y medio desde que se detectó el primer caso de coronavirus en la provincia de Ourense. Comenzó, entonces, una lucha del personal sanitario que, con el punto de inflexión de la vacuna, narra dos etapas con otras tantas velocidades. «En los inicios todo iba muy lento. El día a día no era fácil. Desde que comenzó la campaña fue mucho más rápido y los resultados se ven ahora. Estoy contenta, porque la vacuna nos permitió ir viendo algo de luz», dice.