En el rural ourensano la vacuna viaja en taxi y por carreteras de montaña

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

SOCIEDAD

Acompañamos a una médica y un enfermero a poner cinco vacunas a domicilio en un radio de 60 kilómetros

29 abr 2021 . Actualizado a las 17:43 h.

Las jornadas de vacunación masiva suponen un adelanto en el proceso de inmunización. Concentrar en un único espacio a miles de personas en un solo día permite dar pasos de gigante en la búsqueda de la inmunización de rebaño que nos llevará de nuevo a la normalidad. Son grandes zancadas que se combinan con pequeños avances que son fundamentales para proteger a los más vulnerables. En esa otra parte está la vacunación a domicilio de aquellos que no pueden desplazarse hasta el centro de salud. Aquí son los profesionales de enfermería de atención primaria los encargados de pinchar a sus pacientes. La proximidad en el trato es determinante, y también una baza para diseñar las agendas de vacunación. No lo hacen solos; cuentan, en el rural, con la ayuda de los taxistas.

En la provincia de Ourense, la vacuna viaja en transporte público. Este martes, Manuel Prieto recogía en su taxi a Christian Paradelo en el centro de salud de O Bolo (850 habitantes) para llevarlo hasta el hospital comarcal de Valdeorras a recoger las dosis del antídoto. Recibían las cinco que Paradelo iba a inocular a otros tantos vecinos, y otras más que después acercarían hasta A Veiga para que el personal de enfermería continuase el proceso allí. Y comenzaban -después de recorrer casi 60 kilómetros- la jornada de vacunación. Con Paradelo iba Ineyvis Valdespino. La presencia de la médica no era necesaria en la vacunación, pero aprovechaban el recorrido para atender a otros pacientes que precisaban consulta a domicilio. La primera parada era en Outardepregos. No pasaban muchos coches por el pueblo, así que nada más parar el vehículo en medio de la angosta carretera, dos vecinos salieron a saludar. El martes no llovía, así que los sanitarios se colocaron tranquilamente los EPI en la calle antes de entrar a la casa de Anuncia Balboa.

En la cocina

Era poco más tarde de las 12.30 horas y la mujer, de 95 años, y su hermano Juan Manuel, de 90, los reciben en la cocina, recién almorzados. Él hace tiempo que tiene las dos dosis puestas, pero Anuncia apenas sale de casa desde hace un año. «Case non podo andar, así que se saio é aquí polo patio da casa», contaba ella. A Anuncia le pusieron Janssen así que ya está rematado el proceso de inmunización. «Se tivera molestias, Paracetamol», le recomendaba Ineyvis, justo antes de señalar hacia el Efferalgan que había en la repisa del armario del salón. «Ese tamén vale», añadía la médica cubana afincada en Lugo que dijo sí a cubrir la baja del médico titular de O Bolo porque en el rural, contaba, la gente siempre la recibe bien y es muy agradecida. Anuncia agradecía el trato de Christian. «Nin sentín o pinchazo, non doe nada», añadía. «En todo caso, se se pon mala de repente, chamada ao 061», insistía el enfermero.

LOLITA VAZQUEZ

De nuevo en la calle, Christian le contaba a Manuel las paradas que tenían que hacer esa mañana. Calculaban que necesitarían dos horas para atender seis domicilios. El taxista definía la ruta para evitar rodeos y aprovechar el kilometraje. Y el tiempo. Primero a Lentellais para visitar a un enfermo y después, rumbo a Santa Cruz. Sonriente sentada en el sofá del salón esperaba Anuncia Fernández, de 97 años, y todavía más contenta su hija, Luzdivina, de 72. «Ando a tombos e lombos, pero tiña ganas de que me desen a vacina», decía la mayor. «¡E tanto!», apuntaba la hija, que invitaba a café. «Ou ao que queirades». Amablemente al enfermero dijo no. Todavía quedaban paradas en Cambela, Buxán y Chao das donas. Con esa segunda jornada (días atrás puso la primera dosis de Pfizer a otras cuatro personas), Paradelo remataba la vacunación a domicilio. «Aínda pode aparecer máis xente que necesita que vaiamos á casa, pero de momento non avisaron», contaba. En ese caso, tocaría llamar al taxi de nuevo.