¿Por qué nos gustan tanto los bulos?

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

María Pedreda

La expansión de noticias falsas vive con el covid-19 su edad de oro, aunque solo creemos aquello que ya creíamos

16 may 2020 . Actualizado a las 12:31 h.

Los psicólogos le llaman sesgo de confirmación. Y es una de las razones que sostienen esta invasión de noticias falsas y bulos que ha acompañado a la pandemia del covid 19 hasta niveles desconocidos. «El ser humano tiene una necesidad básica de conocimiento -explica Xosé Manuel Sabucedo, catedrático de Psicología Clínica en la USC?. Actuamos y buscamos información que confirme nuestros puntos de vista previos». Ese es el sesgo de confirmación, al que también se refiere el investigador de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Ángel Vizoso: «Es un hecho que los bulos y las fake news se alimentan de ideas preconcebidas. Quienes les dan crédito solo necesitaban que se activara un botón, leerlo en algún lugar».

Vizoso, que tiene previsto desarrollar la semana que viene una conferencia sobre las noticias falsas alrededor del covid-19, está convencido que éstas viven una edad de oro: «Cuando pase todo esto y podamos verlo con algo de perspectiva, descubriremos que habrá sido el momento de la historia de mayor difusión de noticias falsas». En realidad, la pandemia supone el acontecimiento de mayor impacto global conocido en las últimas décadas justo en el momento de mayor difusión de uso de las redes sociales; una combinación inmejorable para la difusión de bulos y fake news.

Sabucedo recuerda que el individuo busca una motivación causal cuando se enfrenta a un hecho fuera de lo normal: «Y las causas que se buscan deben estar al mismo nivel de la gravedad de ese hecho. Dada la relevancia del covid 19, la causa tiene que ser igual de extraordinaria. De ahí que florezcan las teorías de la conspiración».

Desprestigio

Pero, ¿por qué el individuo da más credibilidad a una teoría, a veces muy poco fundamentada, que le llega por un canal no oficial, que a la información que le transmiten las autoridades? «Ahí juega un papel el desprestigio que han ido sufriendo algunas instituciones, algunos medios de comunicación», opina el profesor Vizoso. La sobreabundancia de información que circula por Internet es lo que facilita a cualquier usuario poder encontrar medios u opiniones más afines con sus puntos de vista previos: «En realidad -reflexiona Vizoso- en Internet se puede encontrar lo que se quiera y es evidente que nos hace falta una alfabetización digital que permita al usuario distinguir lo fiable de lo no fiable».

Hay otra característica social que imprime velocidad a la difusión de bulos y noticias falsas: «El que las replica se siente con control de la información y, por tanto, como parte importante del grupo, de modo que su autoestima crece, porque considera que los otros se lo van a reconocer», opina Xosé Manuel Sabucedo sobre el fenómeno que lleva a muchas personas a compartir contenidos, a veces incluso antes de valorar si están o no de acuerdo con ellos. «En momentos como estos, de crisis profunda, todos queremos ser importantes -señala Ángel Vizoso-, todos queremos tener un papel, aunque a muchos no nos corresponda».

Más difícil de determinar es el objetivo que persiguen algunos de los muchísimos bulos que han ido circulando por nuestros teléfonos a lo largo de los dos últimos meses. «Las fake news suelen tener motivaciones políticas o económicas» recuerda Vizoso: «Aunque hay muchos casos en los que la motivación parece simplemente sembrar el caos y, en el fondo, todos reflejan el miedo que le tenemos al virus».

Luchar contra esta epidemia de información falsa y dañina en muchos casos no es fácil: «Por eso es tan importante que haya consenso entre los líderes políticos, la gente con ascendencia, deben coincidir en las cosas básicas», afirma Sabucedo. No parece que esta crisis haya sido un ejemplo de consenso entre los líderes mundiales. Tal vez se encuentre ahí uno de las claves de la proliferación de bulos, la otra pandemia que nos afecta.

Gárgaras de sal contra el virus creado en un siniestro laboratorio chino

La avalancha de noticias falsas ha ido pareja a la difusión del covid-19. Algunas han sido burdas, otras más sofisticadas y no pocas han encontrado en líderes politicos de altura altavoces que han provocado graves consecuencias. Estas son algunas de las más comentadas.

EL ORIGEN

El oscuro laboratorio chino. Nada más sabroso para alimentar una teoría de la conspiración que atribuir un fin geopolítico al virus. Su origen en China, una nación poco transparente y decidida a tomar la hegemonía mundial, al menos en lo económico, supone el escenario perfecto para acusar a su aparato de la creación y difusión del covid-19 que ha desmantelado la economía mundial. El propio Donald Trump ha sido uno de los defensores de esta teoría, ya desmontada por la ciencia, que ha demostrado que el virus no es artificial. Más excéntrica era la teoría defendida por un supuesto doctor Thomas Cowan, que atribuye la pandemia a la impantación del 5G. ¿Increíble? Son saltos cuánticos de electrificación y la prueba es que la gripe española de 1918 tuvo lugar tras la implantación de las ondas de radio un año antes.

EL TRATAMIENTO

Agua caliente. Si el virus no resiste el calor, ¿por qué no matarlo con agua caliente? El consejo llegó a muchos teléfonos móviles. Era tan falso como inocuo. Peores consecuencias tuvo la recomendación del presidente de los Estados Unidos de inocularse desinfectante ya que si funciona en las manos, también debería hacerlo en la garganta. Aquello sí que produjo un centenar de ingresos hospitalarios. Las gárgaras con sal también fueron muy celebradas ya que, argumentaba el bulo, el virus se quedaba cuatro días en la garganta, antes de bajar a los pulmones. Era el momento de acabar con él. Todo falso.

RÉDITO POLÍTICO

Carmena y Rajoy. Los bulos también han buscado el rédito político, como el tuit que situó un respirador en el domicilio de la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en los momentos más intensos del colapso sanitario. No era cierto. Sí lo eran las imágenes de Mariano Rajoy saltándose el confinamiento, aunque se hicieron pasar por falsas.

EL OTRO VIRUS

El test que no se debe hacer. Llegó también a los teléfonos como una cadena. Un test sencillo para comprobar con pocas preguntas si se estaba infectado o no. «¿Eres capaz de contener la respiración cinco minutos?», decía. Y mientras lo comprobabas se descargaba un virus informático que se hacía con todos tus datos.