«Nos Peares hai que usar o sentido común e non as fronteiras»

Rubén Nóvoa Pérez
Rubén Nóvoa OURENSE

SOCIEDAD

Patricia Rodríguez, propietaria del Bar Xugo en el municipio lucense de Carballedo
Patricia Rodríguez, propietaria del Bar Xugo en el municipio lucense de Carballedo Santi M. Amil

Hay vecinos que se ven obligados a cruzar de provincia para tareas cotidianas como comprar el pan o ir a la farmacia

30 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las restricciones de movilidad entre provincias durante la desescalada que todos los españoles tendremos que afrontar en las próximas semanas se ven casi como un exotismo en Os Peares. No es para menos, ya que sus 180 vecinos tienen sus casas en hasta cuatro ayuntamientos distintos (A Peroxa, Nogueira de Ramuín, Carballedo y Pantón) de dos provincias diferentes (Ourense y Lugo). A diario, habitantes censados en el ayuntamiento lucense de Carballedo realizan un pequeño recorrido a pie o en coche para cruzar el río Búbal e ir a comprar el pan o a recoger sus medicamentos en la farmacia que se encuentra en el municipio ourensano de A Peroxa. También para ir al centro de salud del consorcio local, que en los últimos años ha tratado de dar forma y normalidad al laberinto administrativo de esta población.

Llevada al pie de la letra la instrucción del Gobierno por la que se prohíbe la movilidad entre provincias hasta, como mínimo, finales de junio, Arturo Pérez se quedaría sin la mitad de sus clientes. Él está desde hace siete años detrás del mostrador de una tienda que surte a los vecinos de Os Peares y de las zonas limítrofes. «Vendo más que nunca, porque la gente ya no se desplaza hasta la ciudad de Ourense para comprar en las grandes superficies», explica. El alcalde de A Peroxa, Manuel Seoane, andaba este martes de gestiones administrativas por Os Peares y restaba complejidad a la inminente desescalada: «Aquí non temos coñecemento de ningún caso de coronavirus. Os veciños das dúas provincias están na mesma situación de normalidade con respecto á incidencia do virus e, por tanto, teñen que volver as súas rutinas ao mesmo tempo. Nos Peares hai que aplicar o sentido común e non pensar en fronteiras provinciais».

¿Y si la desescalada se realizara por áreas sanitarias tal y como pide la Xunta? El sudoku tendría una resolución aparentemente más sencilla. Los vecinos acuden al centro de salud del consorcio local y la gran mayoría de las cartillas sanitarias tienen como centro de referencia asignado el hospital universitario de Ourense. Y es que, independientemente de en qué provincia esté su casa, los habitantes de Os Peares tienen a la provincia ourensana como referente en cuestiones sanitarias como el Punto de Atención Continuada (PAC) o en asuntos domésticos, como es el caso de las líneas de telefonía fija.

«Esto es el paraíso»

Ramón Pineda llegó hasta este rincón entre Ourense y Lugo hace una década. Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) y vivió por motivos laborales durante muchos años en la ciudad de Barcelona. Siempre tuvo claro que vivía en un lugar privilegiado en la Ribeira Sacra, pero el coronavirus le ha refrescado la memoria. «Esto es un paraíso. Aquí casi ni nos enteramos de las medidas de confinamiento. Me imagino cómo lo tienen que estar pasando en los bloques de viviendas en las ciudades», señala mientras regresa a su vivienda situada en A Peroxa tras pasear a su perro.

En el lado lucense se encuentra el Bar Xugo, uno de los establecimientos que reúne a parroquianos de Os Peares sin importar de qué lado del río tengan su casa. Lleva con la persiana bajada desde que «o dixo Alberto» a mediados del mes de marzo. Y es que en la localidad natal del presidente de la Xunta, sus vecinos se refieren a él con la proximidad que da el hecho de haberle visto crecer. La decisión del gobierno de dejar abrir la hostelería, a partir del día 11 de mayo, para dar servicio de terraza es visto como un alivio por Patricia Rodríguez, propietaria del local: «Algo sempre se fai coa terraza e xa son moitas semanas co negocio pechado e aquí o virus non chegou. Xa vai sendo hora de que poidamos abrir». A Patricia los días de confinamiento le van pesando, también a su hijo de diez años. «No quere saír da casa», lamenta.